miércoles, 14 de diciembre de 2016

Circe

Haz pasar de largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil, y si suplicas a tus compañeros o les ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas (las advertencias de Circe para Ulises)

domingo, 11 de diciembre de 2016

Charlotte Brontë

Algunos fragmentos de Jane Eyre, de Charlotte Brontë

El silencio era absoluto, la sombra grata. Apenas había caminado unos pasos y me detuve al percibir una cálida fragancia en el ambiente. No procedía de los rosales silvestres ni de los jazmines que colmaban el jardín. No: aquel nuevo aroma era el del cigarro del Sr. Rochester.
Miré a mi alrededor y escuché. Oí cantar a un ruiseñor, pero no distinguí ninguna forma humana ni oí paso alguno. Sin embargo, el aroma se hacía más intenso. Una enorme libélula voló a mi lado, se detuvo a los pies de Rochester y este se inclinó para examinarla. Avancé sobre la hierba, evitando hacer ruido; no quería que me descubriera. Pero cuando pasé cerca de él, que parecía absorto en contemplar la libélula, dijo, sin volverse:
Venga a ver esto, Jane. Mire qué alas tiene. Parece un insecto de las Antillas. Nunca he visto ninguno tan grande y hermoso en Inglaterra. ¡Ah, ya vuela!
La libélula se había ido. Yo intenté partir, pero Rochester agregó:
Quedémonos. Es triste permanecer en casa con un tiempo hermoso como este. Observe: mientras la última claridad del crepúsculo brilla a lo lejos, por el otro extremo del horizonte nace la luna.
(...)
—Irlanda está muy lejos, señor.
—¿Qué importa? A una muchacha como usted no creo que le asuste un viaje largo.
—No es el viaje, sino la distancia y el mar, que es una barrera que me separaría de...
—¿De qué?
—De Inglaterra, y de Thornfield, y de...
—¿De...?
—De usted, señor...
Lo dije casi involuntariamente, mientras lágrimas silenciosas bañaban mi rostro. La mención de Irlanda había dejado frío mi corazón, y más aún el pensamiento del mar, del mar inmenso, revuelto y espumoso, que habría de interponerse entre mí y aquel hombre a cuyo lado paseaba y a quien amaba de un modo superior a mi voluntad.
—Es muy lejos —repetí.
En efecto, Jane: el viaje a Irlanda es largo y la travesía incómoda y siento que usted, mi joven amiga, haya de verse obligada a... Pero ¿cómo ayudarla si no? ¿Experimenta usted algún sentimiento respecto a mí, Jane?
No pude contestar. Mi corazón desbordaba.
Porque yo lo experimento por usted dijo, sobre todo cuando estamos juntos, como ahora. Es como si en el lado izquierdo de mi pecho tuviese una cuerda que vibrara al mismo ritmo que otra que usted tuviese en el mismo lugar y se uniera de un modo invisible a la mía. Y si la distancia va a separarnos, temo que ese lazo que nos une se rompa. Por lo que a mí concierne, estoy seguro de que la rotura va a producirme un insoportable dolor.
Y tomándome en sus brazos me oprimió contra su pecho y unió sus labios a los míos.
¡Sí, Jane! continuó—. Le ofrezco mi mano, mi corazón y cuanto poseo.Le pido que viva siempre a mi lado, que sea mi mujer.
Una ráfaga de viento recorrió el sendero bordeado de laureles, agitó las ramas del castaño y se extinguió a lo lejos. No se percibía otro ruido que el canto del ruiseñor.
 (...)
Mr. Rochester, déjeme mirarle la cara. Vuélvase de modo que lo ilumine la luna.
¿Para qué?
Porque quiero leer en su rostro.
Una extraña luz brillaba en sus ojos.
Sí, quiero casarme con usted —dije.
Ven, ven conmigo y rozando mis mejillas con las suyas y hablándome al oído, murmuró: Hazme feliz y yo te haré feliz a ti.La opinión del mundo me es indiferente, y desafío la crítica de los hombres.
Ahora estábamos en sombras y el viento movía, con un apagado rumor, las ramas del castaño.



jueves, 8 de diciembre de 2016

Monólogo de Isadora

Habla Isadora Duncan (Niza, septiembre de 1927)
Beatriz Actis 

Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas. Lo he confesado en mis memorias.
Cuando niña, me gustaba caminar despacio por la playa, tratando de que mis pies —que algunos, años después, llamarían “mis alas”— no se lastimasen con los caracoles que cubrían la orilla. Miles y miles de conchillas de todos los tamaños, algunas enteras y otras rotas en trozos más grandes o más pequeños, azuladas, blancas, amarillas, rosadas y verdes que a lo largo de los años se habían ido depositando de manera dispersa sobre la orilla del mar. Pensaba: Como una alfombra en la entrada de un salón de baile gigante. 
Las emociones se expresan a través de los movimientos del cuerpo, fluidos y libres. Ellos los otros no solo lo saben sino que también lo sienten ante mis brazos, piernas y pies desnudos, ante mi torso cubierto únicamente por una túnica fina, ante mi cabello suelto en la escena. No es mi cuerpo el que baila sino mi esencia.
De vez en cuando, un sector secreto de aquella playa de infancia, sin caracoles y repleto solamente de arena, me permitía descansar de la cuidadosa marcha de mis pies. En esas zonas de arena húmeda podían verse muy nítidas las huellas de las aves marinas. Yo pisaba una a una aquellas huellas con mi propio pie y comparaba la marca de las aves (delgadas líneas, a veces, con forma de flecha) con mi propia marca, y las pisaba con cuidado, como sobrevolándolas, al ritmo de la música de la marea. Danzaba ya junto a las olas. Ellas danzaban a través de mí.
 Alguna vez, cerca de la playa, mis vecinos me vieron —yo era una niña solitaria—  creando movimientos con las manos y los pies, como si estuviera escuchando música clásica acompañada en el piano por las manos acompasadas de mi madre.  Yo representaba los movimientos del mar. Imaginaba una danza marina y a la vez terrena y a la vez celeste.
    Una danza nueva.
 
  He sido lo soy una mujer irreverente que baila descalza.
Han dicho ellos los otros sobre mi arte sin maquillaje que es original y apasionado.      Que rindo culto al rito y a la naturaleza del cuerpo.  Me han llamado han dicho de mí: Espíritu libertario.
                                                                               
Entonces, cuando era niña, en las playas de California, bailaba al ritmo del mar en tanto observaba a un barco que se interponía entre mi vista y el horizonte. Y estallaba de curiosidad ante los modos de pescar de los pescadores en el vaivén de sus botes a merced del viento, alejados de las costas. Y esperaba –el cuerpecito expectante- la llegada repetida de las olas. Y sentía ante la inmensidad del Pacífico lo que años después iba a escribir en mi autobiografía: No puede ser bello aquello que es contrario a la naturaleza.
   Mi nombre original aunque no verdadero es Ángela, pero desde pequeña me bauticé a mí misma como Isadora.
Crucé otro océano para conocer Europa. Estudié los movimientos de la danza griega en jarrones de la época clásica conservados en el Museo Británico de Londres. Compré en  
Atenas la colina de Cópanos para construir un templo de la danza.
Pagana. Me han llamado pagana.
Mis dos niños están quietos en sus tumbas de ahogados. Los devoró el Sena. Los ríos devoran con su muerte quieta. A mí, en cambio, me da la vida el mar, con su sed de movimientos y de fragancias rítmicas. Miro alrededor: el mundo exhala un vaho, como un mensaje. Mi cuerpo debe transmitirlo. El día explota en sonidos y en aromas y en colores. El sol o la luna empalidecen. Algo va a cambiar. No me detengo. La vida es movimiento,  a pesar del dolor, del horror del fondo del río inmóvil.
     Mi cuello desnudo es rozado apenas por el largo chal rojo, rojo como el color de la Revolución.  Mis brazos desnudos, mi cabello suelto, como al salir a escena.  El mundo es un teatro al aire libre, pero ellos los otros apenas lo comprenden.  La libertad de correr libre por la carretera en un auto a toda velocidad, como surfeando sobre las olas, como navegando, como flotando sin temor a la asfixia o al final o al ahogo.
  La vida siempre será más de lo que uno imagina.



lunes, 5 de diciembre de 2016

Cita

La memoria (parafraseo a algún ruso al recordar aquella noche invernal) es como un manuscrito que no se puede quemar. 


miércoles, 23 de noviembre de 2016

Veinte mil leguas

 “¿Quién ha podido jamás sondear las profundidades del abismo?, dos hombres entre todos los hombres tienen el derecho de responder. Somos el capitán Nemo y yo".



domingo, 6 de noviembre de 2016

Poema

Atisbo de jardín
Beatriz Actis

El color lila-celeste alegra mis mañanas:
espío desde arriba
la copa de un jacarandá.

Cuando ve mi planta de violetas,
que casi huye de la maceta,
dice mamá:
La lluvia la hizo explotar.
Es que cayó agua la noche entera.

Las flores explotan en tamaño y color,
como una bomba de estruendo,
pienso,
y ante el gris de la ciudad se rebelan.

Atisbo de jardines en el piso diez,
dice la abuela.

*

El gato duerme en el balcón,
entre macetas.
Entre todas, elige una planta,
la de flores violeta
que el sol nuevo ilumina en la mañanas.

El gato a veces llora porque quiere salir
pero no puede.
Otras, parece no importarle nada
su vida sin escape de un piso diez
en la ciudad.
Él siempre será el rey.




lunes, 31 de octubre de 2016

Chimangos en la cabeza

Chimangos en la cabeza
 Beatriz Actis

La anciana ríe: En la vida, 
en lo único que no se puede volver atrás
es en el parto.
Un segundo fatal de vacilación,
y a duras penas.
La anciana tiembla: El que sueña que se muere, 
se muere. 
*
La mujer dice: Sacar las rosas perfumadas, 
las flores de los rosales que traje
hace veinte años desde el sur, 
de Río Negro, 
sacar las rosas de la habitación
porque su olor 
como el de los jazmines 
me da temores
me da
dolores de cabeza 
y sobre todo
cuando una está tan sola.
Sí, como pedía mi abuela, dice. 
—tenés que confiar en lo que decido—
Hay que sacar las flores
por las noches de la habitación.
Mi abuela,
la que dos por tres
amanecía con los chimangos
en la cabeza.

viernes, 21 de octubre de 2016

Poema sobre gato



Suena la trompeta.

El gato se esconde
debajo
de la colcha
debajo
de la manta
debajo de la sábana
de la cama
del último cuarto
de la casa.


lunes, 17 de octubre de 2016

Rara historia de una enredadera

Rara historia de una enredadera 

(Beatriz Actis, publicado en LA OVEJA IMAGINARIA, Editorial Abran Cancha)


Todo comenzó en el patio.
    Primero se asomó una hoja verde y chiquita con forma de corazón.
    Venía del lado de los vecinos y llegó hasta lo alto de la pared que separa las dos casas.
    Después empezó a crecer de nuestro lado.
    ¡Ah! –dijo papá.- Es una “enamorada del muro”.
Mamá aclaró:
    “Ficus Pumila” es buena trepadora y originaria de Oriente.
 Mamá conoce los nombres difíciles de las plantas. Papá, en cambio, las llama de un modo más simple. Pero los dos se ponen contentos cuando ven, por ejemplo, que la vegetación de las plazas se vuelve frondosa.
  Sin embargo, eso en nuestro patio se convirtió en un problema…
 ¡La enredadera no paraba de crecer!
  El primer día trepó por la soga de tender la ropa.
  El segundo, entró a la casa por la ventana.
  El tercer día, se enroscó en las lámparas y, como una viborita, paseó por las habitaciones.
  Papá les preguntó a los vecinos si con ellos la planta se comportaba igual, tan confianzuda. Pero no. Parece que le gustaba nuestra casa y aquí se quería quedar a vivir.
  Intentamos recortarle las ramas, atarlas con piolines, que el gato comiera algunos brotes…
   Nada dio resultado.
   Al cabo de una semana, la enredadera miraba la tele con nosotros, pegada al sillón.
  También compartía el desayuno porque le encantaba que la regasen con café con leche.
  Y dormía en nuestras camas (menos mal que no era un cactus).
  Así fue que nos reunimos papá, mamá, el gato y yo, y decidimos qué hacer.
  Ahora, la enredadera ya no es ni “enamorada del muro” ni “Ficus Pumila”. ¡Es un miembro más de la familia!
  Se llama Lucrecia y lleva mi apellido. Nos da sombra aunque estemos bajo techo y vuelve verdes nuestros dormitorios.







jueves, 6 de octubre de 2016

Alicia a través del espejo

La ilustración de tapa de Diego Moscato para mi versión de ALICIA A TRAVÉS DEL ESPEJ0 (Editorial Estrada - Colección Azulejos)


martes, 4 de octubre de 2016

Last tango

Estuve a punto de saludar en la calle a una mujer mayor cuya cara me resultó conocida. Después me di cuenta de que era igual a una actriz de Last tango in Halifax. 
Tras ese segundo de vacilación, ¿no se me habrá ocurrido pensar que ella no podía verme del otro lado del televisor (lo contrario de una fantasía de la infancia) y que por eso a los ingleses de Film and arts nuestras caras no les resultan familiares?
Y que otra vez aparecía, mitológico, el tema del doble.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Cotidiana

De la percepción o incluso de la idea de la lluvia
Ir caminando debajo de mi paraguas verde y ver delante, detrás, a los costados de la calle que nadie pero nadie lleva abierto su paraguas (ni siquiera los verdes)


lunes, 26 de septiembre de 2016

De Saer - Manuscritos

“Lo que es mejor a orillas del Paraná que en París.
El pan casero, el aire en invierno, los caballos, el jacarandá florecido, el amarillo y el moncholo, los aromos florecidos, el sol de enero y de febrero, los ríos espesos y entrecruzados, las guitarras súbitas, algún que otro pastizal, las piezas defendidas del sol por cortinas azules, los patios regados al atardecer, las achuras, las canoas, el olor de los paraísos, la arena hirviente, el azul turbio del cielo, la voz de las mujeres, el atardecer sin ruidos, el humo, la soledad, el benteveo, los perros, los campos de maíz, la siesta, los asados, el invierno entero, el barro atormentado de huellas de caballos, los naranjales, el fuego, las mañanas, el recuerdo, los domingos, el zenit, el esperma, la tierra, los detritus, las ocasiones, los juegos, la esperanza, el sonido, la madera, el destierro, la crecida, la seca, los espejismos de agua, las canoas, la muerte, el humus, el otoño, la fiebre, la llovizna, octubre, el sueño, el frío, los papeles, las lágrimas, los nombres.”

                                                                                                                                         
                                                                     Juan José Saer 

domingo, 18 de septiembre de 2016

Recuerdo de facebook, septiembre del 2011

Esta mañana alguien escribe en mi blog que compró en una librería de usados un viejo Lobo estepario y que adentro había un recorte mío de un diario y entonces me googleó y me escribió para contármelo; esta tarde salgo por el barrio desierto y encuentro abandonado en una ventana un libro con una dedicatoria del año 97, cuyo autor es un amigo de Buenos Aires. Quiero saber qué pasará esta noche.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

lunes, 12 de septiembre de 2016

domingo, 11 de septiembre de 2016

Sobre la poesía



Para seguir leyendo
Sobre la poesía:

“(…) *Lo cotidiano que se desfamiliariza,
*un instante ínfimo que se privilegia,
*una escena que se vuelve a mirar desde otro lugar y se resignifica,
*un detalle que se enfoca para decir y adquiere ambigüedad, espesor u otra dimensión.
Con actos perceptivos de este tipo se teje la escritura de la poesía (…)
*Cierta poesía puede permanecer pegada al mundo de los objetos, casi sin adjetivación, generalmente un reaseguro contra la sentimentalidad o la sentenciosidad;
*otro tipo de poesía puede superponer un plano imaginario o un discurrir reflexivo como una necesidad de transpolar lo observado a otro contexto, incluso al revés, partir de una imagen fantástica u onírica donde los referentes del mundo material se distorsionan y aparecen apenas identificables.

En cualquier caso, el hacer poético, la escritura misma, va enhebrando como cristales más o menos reconocibles, dentro de su composición, actos perceptivos que remiten a una subjetividad.

En sus múltiples y posibles escenas de escritura, la poesía resiste al achatamiento de la percepción, la rutina de ver lo mismo, y propone nuevos enfoques, nuevas versiones de lo real activadas por la carga o la descarga subjetiva de quien escribe”.

Alicia Genovese (2011)

                              Citado en: Las aulas de literatura - Editorial Homo Sapiens 




sábado, 10 de septiembre de 2016

Literatura y escuela

(Tomado de mi libro LAS AULAS DE LITERATURA, 2014)

Sección: Para seguir leyendo

Una ficción sobre el objeto libro: “En la segunda página del libro está escrito el nombre de mi madre”. Roberto Bolaño (fragmento del cuento “Carnet de baile”, en el que se ficcionaliza a partir de las lecturas y los libros):

1. Mi madre nos leía a Neruda en Quilpue, en Cauquenes, en Los Ángeles. 2. Un único libro: Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Editorial Losada, Buenos Aires, 1961. En la portada un dibujo de Neruda y un aviso de que aquélla era la edición conmemorativa de un millón de ejemplares. ¿En 1961 se había vendido un millón de ejemplares de los Veinte poemas o se trataba de la totalidad de la obra publicada de Neruda? Me temo que lo primero, aunque ambas posibilidades son inquietantes, y ya inexistentes. 3. En la segunda página del libro está escrito el nombre de mi madre, María Victoria Ávalos Flores. Una observación tal vez superficial, contra todos los indicios, me hace concluir que no fue ella quien escribió su nombre allí. Tampoco es la letra de mi padre, ni de nadie que yo conozca. ¿De quién, entonces? Tras observar cuidadosamente esa forma desdibujada por los años tengo que admitir, si bien con reservas, que es la de mi madre. 4. En 1961, en 1962, tenía menos años de los que yo tengo ahora, no llegaba a los treinta y cinco, y trabajaba en un hospital. Era joven y animosa. 5. Los Veinte poemas, mis Veinte poemas, han recorrido un largo camino. Primero por diversos pueblos del sur de Chile, después por varias casas de México DF, después por tres ciudades de España. 6. El libro, por supuesto, no era mío. Primero fue de mi madre. Ésta se lo regaló a mi hermana y cuando mi hermana se fue de Gerona rumbo a México me lo regaló a mí. Entre los libros que me dejó mi hermana mis favoritos eran los de ciencia ficción y la obra completa, hasta ese momento, de Manuel Puig, que yo mismo le había regalado y que entonces releí (…)”.



- "Carnet de baile" está incluido en “Putas asesinas” (2001), libro de cuentos de Roberto Bolaño publicado en Barcelona por Anagrama.