domingo, 29 de septiembre de 2019

Emily - Jardines


En mi jardín avanza un pájaro (Within My Garden, Rides A Bird - Traducción de Silvina Ocampo)
En mi jardín avanza un pájaro
sobre una rueda con rayos—
de música persistente
como un molino vagabundo—
jamás se demora
sobre la rosa madura-
prueba sin posarse
elogia al partir,
cuando probó todos los sabores—
su cabriolé mágico
va a remolinear en lontananzas—
entonces me acerco a mi perro,
y los dos nos preguntamos
si nuestra visión fue real-
o si habríamos soñado el jardín
y esas curiosidades—
¡pero él, por ser más lógico,
señala a mis torpes ojos—
las vibrantes flores!
¡Sutil respuesta!
Emily Dickinson

sábado, 14 de septiembre de 2019

Salgari. El camino hasta llegar a Sandokán


Los tigres de Mompracem - Versión de Beatriz Actis
(Editorial Estación Mandioca)


Capítulo 1: Los piratas

   En la noche del 20 de diciembre de 1849, un huracán feroz y despiadado azotó la isla de Mompracem, ubicada en el Mar de Malasia, a unos centenares de kilómetros de Borneo. La isla era una guarida de piratas.
Nubes negras y truenos ensordecedores, en la altura; olas amenazantes, sobre el océano... No se distinguía en la zona ninguna luz, excepto en un par de ventanas de una fortificación construida en la roca que se enfrentaba al vacío, de cara al mar.
Era inevitable pensar, ante semejante visión, quién podría estar despierto en aquel lugar salvaje, en aquella noche de tormenta furiosa, en aquellas horas de desasosiego…
La construcción imponente sobre la que se agitaba una bandera roja con el dibujo de la cabeza de un tigre se alzaba sobre un conjunto de terraplenes que formaba una trinchera plagada de armas abandonadas y de huesos humanos.
Las ventanas iluminadas correspondían a una de las paredes del edificio, que era nada más ni nada menos que la vivienda que servía de refugio a los piratas de Mompracem.
En el cuarto, una mesa de ébano ocupaba el centro; tenía adornos de nácar y de plata, y estaba cubierta por copas y botellones de cristal que destellaban con la luz de las lámparas.
Las paredes se encontraban revestidas por tapices de Persia y por mantos de terciopelo con hilos de oro suntuosos aunque, en parte, estropeados.
De los grandes armarios asomaban piedras preciosas y perlas de Ceilán; también objetos sagrados, pero algunos de ellos estaban rotos.
Todo lo allí reunido era valioso; sin embargo, estaba mezclado y desordenado. Parecía que había sido dejado en aquel lugar con apuro o sin haber sido tratado con la debida precaución.
Sobre un antiguo órgano con el teclado averiado había cuadros, ropas, finas alfombras enrolladas, joyas, armas de fuego (como pistolas, carabinas y fusiles) y varios puñales y cimitarras, que son sables con una hoja de curva larga.
En medio de aquel exótico escenario, un hombre estaba sentado sobre un sillón bajo y amplio, algo deteriorado también.
Contemplaba, pensativo, la luz que irradiaba una de las lámparas.
Su apariencia era temible. Era alto y musculoso, el cabello le llegaba hasta los hombros y la barba le crecía negra y tupida, sobre un rostro ligeramente bronceado, de varonil y rara belleza.
Su mirada era penetrante. Iba vestido con una lujosa chaqueta de terciopelo azul con ribetes dorados, y de la cintura, rodeada por una ancha faja de seda roja, colgaba una cimitarra reluciente.
Todo en él resultaba desafiante y enérgico. De pronto, dijo con voz grave:
¡Es medianoche y no ha vuelto todavía!



Para recorrer el libro:
https://issuu.com/estacionmandioca/docs/los_tigres_de_mompracem_-_recorre__

Cuando se va el verano



CUANDO SE VA EL VERANO - BEATRIZ ACTIS (NOVELA para niños y jóvenes,

 ESTACIÓN MANDIOCA)


Capítulo I

Diario de Elena: últimos días del verano

Bajé del colectivo frente al parque; eran las siete de la tarde, hacía calor. Algunos jacarandás todavía estaban florecidos, cosa rara en esta época. Siempre había creído que la naturaleza es precisa. Yo sí tenía (tengo) un objetivo preciso: esta es la última semana que voy a pasar en Frontera junto a mis dos mejores amigas y nada ni nadie la van a echar a perder.
Mi familia se muda a las sierras el próximo domingo, y yo con ella. A mi papá lo trasladan de la empresa en la que trabaja con un ascenso, dijo, “imposible de rechazar en una época complicada como esta”. Mamá va a abrir su consultorio en la pequeña ciudad que va a ser nuestro nuevo destino en la vida.
Ellos ya viajaron para buscar una casa para todos. Mi hermano y yo empezaremos el año próximo en un colegio que, según mamá, es “parecido al de ahora”. Al nuestro, la corregí, al colegio nuestro. Nunca pensé que lo iba a decir tan en serio, a sentir la escuela de siempre como tan propia y mía. También dijo que había un club con equipo de básquet para mi hermano, una escuela de danza para mí y hasta una terraza grande para los dos gatos.
Yo no me quiero ir.


Para recorrer el libro: 
https://issuu.com/estacionmandioca/docs/cuando_se_va_el_verano_-_recorre__e

jueves, 12 de septiembre de 2019

Idea Vilariño


Cuando compre un espejo para el baño...

Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decíme
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos.
 


Cuando una boca suave boca dormida besa...


Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...
Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y v
e que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.



Cuándo ya noches mías...

Cuándo ya noches mías
ignoradas e intactas,
sin roces.

Cuándo aromas sin mezclas
inviolados.

Cuándo yo estrella fría
y no flor en un ramo de colores.

Y cuando ya mi vida,
mi ardua vida,
en soledad
como una lenta gota





viernes, 6 de septiembre de 2019

Edgar Bayley. Poema



CUESTIÓN DE TIEMPO

 
cuestión de tiempo quizás
de andar en trenes
de encontrar a la luz del sol
la guerra y la paz
el camino que lleva al hermano
al enemigo
cuestión de tiempo
la música vendrá
un tribunal enjuiciará tu miedo tu pobreza
y otro mañana de distinto modo
el vagabundo que se extravía balbuceando
el idioma que hablarán los hombres
cuestión de tiempo
colonizadores de la riqueza y la claridad
en todo hablará el difícil amor
la transparencia
pero siempre el vértigo
extenderá sombras  sobre los senderos
abrirá cielos sobre las voces y el silencio
y hombres solos
mujeres solas
hablarán sin amparo
sin encontrar la palabra apropiada
el nombre de la noche

  





domingo, 1 de septiembre de 2019

Poemas de Rosario Castellanos

Desamor

Me vio como se mira al través de un cristal
o del aire
o de nada.

Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.

Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.




Destierro

Hablábamos la lengua
de los dioses, pero era también nuestro silencio
igual al de las piedras.
Éramos el abrazo de amor en que se unían
el cielo con la tierra.

No, no estábamos solos.
Sabíamos el linaje de cada uno
y los nombres de todos.
Ay, y nos encontrábamos como las muchas ramas
de la ceiba se encuentran en el tronco.

No era como ahora
que parecemos aventadas nubes
o dispersadas hojas.
Estábamos entonces cerca, apretados, juntos.
No era como ahora.