Poemas de
viaje
Beatriz Actis
I
luces pasan a través de la
ventana
piernas cruzan por detrás del
vidrio esmerilado
marcas insospechadas
postigos
persianas
un
hombre camina silbando por la calle
los umbrales y algunas balaustradas
recuerdan balcones
entrevistos
del otro lado del mundo
II- Irlandeses en Madrid
Caminamos
por Fuencarral, por Hortaleza
Hasta un bar irlandés.
Fuerte,
demasiado fuerte
Sonaba
Janis Joplin.
Podríamos
estar en cualquier otro lugar
Que no
fuera Madrid,
Recuerdo
que dijiste.
En una
pared había un cartel.
Desayuno
irlandés: “salchichas
Bacon
morcilla huevo frito
Tomate hash brown alubias”
También hay
bares irlandeses
en Buenos
Aires,
recuerdo
que dijiste
y hubo de
pronto otra música.
Era
madrugada.
Por
Fuencarral vimos también un Club de Magia
Y aquel bar
de Perico Chicote en la Gran Vía
En donde
bebió Hemingway.
A veces
odio Madrid
Porque me
recuerda a Buenos Aires.
III- Sevilla
Cruzamos el
puente de Triana
En las
paredes de musgo
Una mano
seguramente
temblorosa
y joven
Ha escrito:
“Julia: ¿y
si eres perfecta?”
IV- Córdoba
Qué raro
Al costado
de la ruta
Trenes
“Bienvenidos
a Parque Los Reartes”
“Villa
Ciudad América”
El
valle
la ley del
otoño
La luz
los verdes
y amarillos
Carteles:
“Carnadas - Mojarras vivas”
Encarnada
luz de la mañana
Se
derramaba en nosotros,
pasajeros.
Camino a
Villa Berna
Jesuitas,
iglesia, capilla, ciclistas, caballos
Un Cristo
grande, un Cristo chico
La villa:
“Tras la
estela del Graf Spee” y:
“Operativo
Graf Spee” y también:
“Desde Wilhelmshaven a Montevideo”
y todo era
tan hermoso y póstumo,
que me daba
miedo
- dos -
Recuerdo
haber llegado a San Marcos Sierra
A través de
la montaña
Una tarde
de octubre
Y haber
visto el pueblito primero desde arriba
Y después,
recién, haber recorrido sus calles,
Y lo
primero que vi mientras bajábamos
Por la
sierra
Fueron las
copas florecidas
De los
jacarandáes,
Los
jacarandáes violetas o celestes contra el cielo
De octubre
Vistos por
primera vez desde la altura.
Claro, en
la sola llanura nunca había podido
Observar la
copa de los jacarandáes desde arriba.
V
ahora
llueve
- ayer
había sido un día glorioso de sol -
y hasta
están cayendo piedras
en Sauce
sólo estamos
despiertas
las gatas y yo
un sopor de
agua estancada
unos pocos deseos padecidos
las gatas, refugiadas de la
lluvia,
pelean entre sí
y con los sillones
“Quisiera conocer Edimburgo”,
pienso,
así la bruma otorga
al paisaje
algún sentido
VI- Ciudad desvanecida
Recordé los
viajes,
algún largo
mediodía
parisino,
aunque
¿cómo
nombrar París
sin decir
París?
- dos -
París. El
suave frío gotear del aguanieve, bajo al andén y camino
Hasta el
centro de la gare, un mapa. Voy al hotel,
Miro la
ciudad, las ventanillas sucias.
Primera vez
París - quizás es demasiado -.
Después,
dejo los bultos, acomodo un poco.
Bajo a la
calle y camino por el Boulevard Haussmann,
las grandes
tiendas que poco me interesan,
Al fondo La
Opera.
Pregunto a
unos belgas la idiota pregunta iniciática:
¿Adónde
queda el Sena?
Mi olvidado
francés estalla, se pone en marcha, pregunto,
pregunto si
me pierdo, todo se puede preguntar, todo se puede contestar,
paso al
lado de un cesto en el Jardín de Tullerías y tiro el mapa,
que se me
dobla y se aja con el viento.
El frío
obliga a tomar chocolate caliente.
El frío
parisino de posguerra, la ciudad recuperada.
Notre Dame,
suena un órgano cuando entro: la misa de las seis.
Afuera, una
plazoleta cercada, ya oscurece, es el invierno,
Hay una
vieja sola sentada en el banco verde,
me siento
sobre una bolsa vacía de comida,
los
asientos están húmedos,
y cae la
tarde.
- tres -
Recuerdo
la frase de
Zenón
en el libro
con tapa de grabados orientales:
quién puede ser tan insensato
como para morir sin haber
dado,
al menos,
una vuelta a su cárcel
VII
El mar
quedó lejos
hace
tiempo.
Ni una sola
imagen de su cadáver.
En una
confinada tierra sin antorchas
- Aunque
más cerca de lo que los europeos
piensan -
Los restos
del faro del fin del mundo
Con sus
siete lámparas encendidas
¿Lo
recuerdas?
Hoy sólo
son maderas
podridas
En la Isla
de los Estados
Es el
castigo del tiempo
El castigo
del viento
Para tanta
desmesura.
Ciudades
apócrifas,
Desvanecidas
Una sola
noche bastaría
Para ahogar
el mundo.
VIII
A través de
la ventana
Observo
A un niño
pequeño
Vestido de
rojo y de verde
Es rubio
Con
pequeños lentes
De armazón
que reluce
Tiene una
pala de juguete
En la mano
Para hundir
En la
tierra nevada
Entre los
pinos desnudos
Y la cerca
verde,
Plantitas
ateridas sobre la nieve
Hace unos
gestos graciosos
Con la boca
Quizás un
poco ridículos
Se apoya
contra la cerca
Detrás
El bosque de
Bonn
- dos -
Caminata
por el bosque de Bonn
Junto a un
perro labrador
Llamado
“Nena”
Es decir
Con un
nombre femenino
En español
En las
canchas de hockey
Que
cruzamos
No dejan
entrar
A los
perros
Desviamos
nuestro camino
“Nena” y yo
Resbalando
entre la nieve
Atardece
sin otro resplandor
Con lenta
sorpresa
Veo la
belleza del mundo
Como si
fuera definitiva
IX - Uruguay
Estábamos
en el bosque de La Paloma
Cuando unos
montevideanos
- amables
como sólo pueden serlo los montevideanos -
nos
pidieron permiso para recorrer la cabaña
que era la
misma en la que ellos pasaban los veranos de la infancia,
dijeron,
junto a sus abuelos o a algunos de sus tíos
que ahora,
ahora ya están muertos
Los días no
se detienen
- como
flechas -
y los días
están hechos de horas
y aquella
gente amable
que
recorría los cuartos con
tímida
premura
no debería
haber deseado volver
porque
a veces
sucede
(lo sabés
muy bien)
que tal vez
sea muy tarde para volver
X
llegan fragmentos de viajes
a la hora
en que, fatigados, recordamos
imágenes mudas
por encima
del mar.
Leo:
Cuando el viajero cree todavía
en el misterio
de viajar.
Y como en una melodía,
el corazón
se debate
sobre el
aire helado.
XI
Hay, madre, un sitio en el
mundo, que se llama París.
Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande
C. V.
A las tres de la tarde
llegué a la Gare du Nord y caía aguanieve.
Yo nunca
había visto nevar:
“Pues esto no es la nieve”,
dijo una
mejicana al pasar junto a mí y atropellarme
con su
bolso y su valija.
Claro,
pensé,
no lo es
comparada
con el
paisaje del Polo
en esas
películas de la televisión
de los
sábados por la tarde
sobre
Amundsen y las exploraciones en el Ártico,
esas
películas
en las que,
fieles a la historia,
Amundsen es
algún actor de cara nórdica,
trágica,
como la de
Max von Sydow,
por
ejemplo,
y entonces,
al lado
de la
visión en pantalla gigante
de gente
perdida o andando con perros
y precarios
trineos
- pero al
fin, trineos -
por un
continente de hielo,
con los
dedos de los pies a punto de ser
amputados,
lo que
estaba cayendo a la tres
de esa
tarde de febrero
sobre los
andenes de la Gare du Nord en París,
no,
no era la
concreción de ninguna idea
cinematográfica
sobre la
nieve,
ni
seguramente
tampoco
era la idea
al respecto de la mejicana
que ya se
alejaba atropellando
otra vez
extranjeros
con sus
bolsos por el frío, inhóspito andén
de la gare.
- dos -
Como en esa
película
con Bill
Murray
que siempre
vemos por la televisión,
en la que
se queda atrapado
en un
pueblito con nieve
y siempre
es dos de febrero,
inexorablemente,
por lo
tanto la rutina
se repite
sin cambios
y él sólo
logra amanecer
el día tres
el tres de
febrero
cuando
consigue
el amor de
Andy McDowell,
así yo en
París pensé:
Aguanieve,
ventisca,
sola en
esta ciudad deseada.
Tengo tanto
miedo de
quedar atrapada
(en las
despedidas todo se vuelve definitivo)
o de
quedarme sola
para
siempre
- tres -
Mientras
camino hacia el hall
central con
mi valija y mi paraguas
preparado
para las lluvias
abundantes
subtropicales
sudamericanas
y no para
el aguanieve de París,
pienso,
en algún
momento de la marcha
(lo pienso
como en una revelación
que nada
tiene que ver
con el
instante de mi llegada,
bajo esta
lluvia particular
que
reconozco)
en los
sueños,
de repente
pienso
que en los
sueños
no hay
donde esconderse.
Y también:
Que las
pesadillas
vuelven con
el día
y emergen
como el
cadáver de un ahogado
XII
Este espejo
ha visto cosas extrañas,
un cielo de
junio
los relojes
de Londres
el
hundimiento en la desazón
Una sonrisa
ligera,
como la
tristeza de un perro
unos ojos
que no volvieron a abrirse en este mundo
El mismo
espejo
Como si me
estuviera esperando
Como el que
vuelve de un viaje
anhelado
por un país
que ya no existe
XIII
la gata negra huye hacia la noche
de los bosques de Bonn
como solamente un perro
huiría -
una procesión en el barrio de
Triana
marcha díscola pero al tiempo,
solemne -
las palomas en las playas de Río
pasan volando bajo y arrullan
sobre los restos de las macumbas
en la arena -
en
Stonehenge tememos ante piedras
sobre las
que hombres
dejaron de
adorar la luna para elegir el sol -
hay islas
volcánicas en el Pacífico
entrevistas
como en una recaída,
como en un
desmayo,
y una noche
de frío en el Passeig de Gracia
en que
reímos, perdidos tras un mapa
borrado y
partido por el viento
del
Mediterráneo -
cruzar fronteras - brindar
por verse -
siempre habrá gatos andando sin
prisa por los puentes
de una ciudad apenas
entrevista -
XIV
Cuerpo
errante
En la noche de los cuerpos
De
una ciudad
abandonada
XV
como
confidencias
contadas a
un extraño
como una llamada equivocada
en el medio
de la noche
- todo en el terreno de las
pérdidas -
compré una guía de ciudades
a orillas del Danubio
sólo para reconocer
cuántos lugares
(haberlo
pensado antes, diría mi madre)
cuántos lugares existen
que no he visto