miércoles, 21 de noviembre de 2018

Animales + memoria - POESÍA

Tiempo: Animales y memoria
* Poemas en serie


- Sobre la infancia: César Vargas, “Defensa del amor”

Yo he visto las naranjas, / esas flores redondas / de fantástico peso, / colgando de las ramas / del árbol de la infancia. // Mi padre custodiaba / desde antes de la flor, / repasando el dorso de las hojas, / ahuyentando las hormigas. // Los pulgones del trigo llegaron una tarde, / y las gordas naranjas / que agobiaban el árbol / se cubrieron de insectos / diminutos y verdes, / mi padre los miraba / impotente y sombrío. / Subí sobre sus hombros / con un plumero suave / y limpié una por una / las frutas amarillas. // Era la defensa del amor. / Mis ocho años combatían.

- Sobre la juventud: Roberto Bolaño, “Los perros románticos”

En aquel tiempo yo tenía veinte años / y estaba loco. / Había perdido un país /
pero había ganado un sueño. / Y si tenía ese sueño / lo demás no importaba. /
Ni trabajar ni rezar / ni estudiar en la madrugada / junto a los perros románticos (…) / Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. / Estoy aquí, dije, con los perros románticos / Y aquí me voy a quedar.

* Sobre el pasado: Julio Cortázar, “Nocturno”

Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado /  como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo. /
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco, /
no sé si me querían, y si esperaban verme. /
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos, /
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets. /
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad, /
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías (…)

* Sobre el tiempo - Juan José Saer, “Octubre en Tostado”


Leopardos en la luna, y esas cosas / (un hueso, ramas, una fotografía) /
que no pueden nombrarse: el tiempo las ignora. / Horas breves de días breves en la corriente fugitiva (…) / Leopardos / en la luna, y cosas cuyo nombre / deslumbra o mata: / el tiempo las destruye.


* Sobre el otro: Manuel Bandeira, “El bicho”
Vi ayer un bicho / en la inmundicia del patio / buscando comida entre los desperdicios. // Cuando encontraba algo, / no examinaba ni olía: /
tragaba con voracidad. // El bicho no era un perro, / no era un gato, /
no era una rata. // El bicho, Dios mío, era un hombre.

* Sobre uno - Pablo Neruda, “Animal de luz”

Soy en este sin fin sin soledad / un animal de luz acorralado / por sus errores y por su follaje: / ancha es la selva: aquí mis semejantes / pululan, retroceden o trafican, / mientras yo me retiro acompañado / por la escoria que el tiempo determina: /
olas del mar, estrellas de la noche. // Es poco, es ancho, es escaso y es todo (…).



A este bestiario lo habitan: “perros románticos”, /  “el bicho”, / “ciempiés del humo”,
el “animal de luz”, / los “pulgones del trigo”. / En el resguardo de los jardines o de las selvas / atisba el animal de los sueños de juventud / y de la infancia, / de las anticipadas extrañezas. / Los versos son jardines o son selvas. / Metáforas aguardan con garras; / a veces, con patitas minúsculas; / otras, con aullidos. / Agazapada, / la memoria implacable, / que a veces revela decepción y otras, nostalgia. / Parábola en que dialogan las fieras. / Y los espectros.



lunes, 19 de noviembre de 2018

Poemas de Roque Dalton


      ALTA HORA DE LA NOCHE

Cuando
sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
serfa el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.




  COMO TÚ

Yo como tú
amo el amor,
la vida,
el dulce encanto de las cosas
el paisaje celeste de los días de enero.

También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.

Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.



   DESNUDA

Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros,
como hace el agua
cuando entre sus paredes me sumerjo.

Tu desnudez derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como a un niño perdido
que en ti dejara quieta su edad y sus preguntas.

Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo
pasa a ser mi universo, el credo que se nutre;
la aromática lámpara que alzo estando ciego
cuando junto a la sombras los deseos me ladran.

Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.
El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río los cabellos dispersos.

El día en que te mueras te enterraré desnuda,
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.










martes, 13 de noviembre de 2018

Dos poetas


“¿Ves?”, de Attila József

El encendido tren del sol ha rodado
ante mi umbral indiferente.

Vete,
las huellas de tus pies
ya no le duelen.

Hay silencio.
Solamente un murmullo:
doy mi pez hambriento al río.
Un susurro:
doy mi débil pájaro al campo.
Vete,
la flor cubre
sus hojas melladas.

¿Ves?
Ya anochece.


Escríbeme al domicilio verde del verano”, de Izet Sarajlic



Escríbeme al domicilio verde del verano.
Que los besos que me envíes sean las últimas noticias
  de la tarde.

Tengo la cabeza llena de algunos hermosos sonetos
y no hay quien me perdone ni deje de perdonarme.

Ayer escribieron otra vez sobre mi último libro.
Inventaron toda una fábula sobre las influencias.
La influencia más grande sobre mí la ejerció una graduada en
  literatura alemana.
Pero lo callaron, pues ¿a quién puede importarle?

¿A quién le importa que tú seas para mí Honolulú, Madagascar y
  Méjico,
una historia que, columpiándome, recorrí a lo largo y a través?
Tu nombre no ha entrado en ningún diccionario,
no figuras en ninguna enciclopedia, ni en ningún
"¿Quién es Quién?"

Pero para mí lo eres todo, como la cama, las lágrimas,
y la flor en el vaso para el soldado en el primer día de paz.
Tus ojos son mi única lectura
en este día que pasa y se va.


*Attila József (Hungría - 1905/1937)
*Iset Sarajlic (Bosnia, 1930/2002)




lunes, 5 de noviembre de 2018

Poemas de Juan Ramón Jiménez


El viaje definitivo

… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando:
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
 Octubre

Estaba echado yo en la tierra, enfrente
el infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente
Pensé en arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
el ancho surco del terruño tierno,
a ver si con partirlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

 A mi alma

Siempre tienes la rama preparada
para la rosa justa; andas alerta
siempre, el oído cálido en la puerta
de tu cuerpo, a la flecha inesperada.
Una onda no pasa de la nada,
que no se lleve de tu sombra abierta
la luz mejor. De noche, estás despierta
en tu estrella, a la vida desvelada.
Signo indeleble pones en las cosas.
luego, tornada gloria de las cumbres,
revivirás en todo lo que sellas.
Tu rosa será norma de las rosas;
tu oír, de la armonía; de las lumbres
tu pensar; tu velar, de las estrellas.



viernes, 2 de noviembre de 2018

Poema de Emily Dickinson

Es tan poco el trabajo de la hierba,
esa esfera de simple verde:
sólo criar mariposas
y entretener abejas.
Todo el día bailar al ritmo de las lindas
tonadas que las brisas traen
y recibir el sol en el regazo
y a todo decir sí, inclinándose.
Ensartar el rocío –como perlas–
toda la noche. Y emperifollarse
más elegantemente
que una duquesa.
Y, al morir, deshacerse
en fragancias divinas,
como humildes especias que se quedan dormidas
o como nardos que perecen.
Y entonces habitar en trojes soberanas
y soñar por el resto de los días.
Es tan poco el trabajo de la hierba.
Yo quisiera ser heno.