domingo, 22 de mayo de 2011

González Tuñón

Réquiem para el Cementerio de los ingleses

Donde ahora hay una plaza había un cementerio
recatado y silvestre, casi familiar, íntimo
vecino de la clásica silueta proletaria
del Mercado Spinetto a cuyo gris tejado
en cada primavera vuelven las golondrinas
(¿Es posible? Es el mismo Mercado de mi infancia)

Yo miraba con ojos de niño fascinado
esas tumbas severas de contornos floridos
y esas lánguidas cruces y las losas calladas,
ya con borrados nombres.

Una serenidad, una paz convincente,
fluía del conjunto de tumbas sin desvelo
que abandonaran seres a su vez ya finados.
Y más que un cementerio era un jardín profundo
como un pájaro del tiempo
en un rincón tendido, decoroso, del barrio.

A mi amiga Emily Bronté, la inglesa insólita,
le hubiera seducido ese lugar fantástico
sin memoria de muertos.
Indagar quiénes fueron en la vida esos nombres
y dialogar allí con el Silencio.

sábado, 14 de mayo de 2011

TALLERES


Los TALLERES DE LECTURA Y ESCRITURA que coordino se llevan a cabo:

* LUNES (de 19 a 20.30): a partir de LITERATURA para NIÑOS
* MARTES (de 18.30 a 20.30): a partir de LITERATURA para ADULTOS
* MIERCOLES (de 18.30 a 20.30): a partir de LITERATURA para ADULTOS

Consultas: beatrizactis@hotmail.com

domingo, 1 de mayo de 2011

Héroes


Melancólicamente lo imaginaba en aquel viejo parque, con la luz crepuscular demorándose sobre las modestas estatuas, sobre los pensativos leones de bronce, sobre los senderos cubiertos de hojas blandamente muertas. A esa hora en que comienzan a oírse los pequeños murmullos, en que los grandes ruidos se van retirando, como se apagan las conversaciones demasiado fuertes en la habitación de un moribundo; y entonces, el rumor de la fuente, los pasos de un hombre que se aleja, el gorjeo de los pájaros que no terminan de acomodarse en sus nidos, el lejano grito de un niño, comienzan a notarse con extraña gravedad. Un misterioso acontecimiento se produce en esos momentos: anochece. Y todo es diferente: los árboles, los bancos, los jubilados que encienden alguna fogata con hojas secas, la sirena de un barco en la Dársena Sur, el distante eco de la ciudad. Esa hora en que todo entra en una existencia más profunda y enigmática. Y también más temible, para los seres solitarios que a esa hora permanecen callados y pensativos en los bancos de las plazas y parques de Buenos Aires.