Estuve a punto de saludar en la calle a una mujer mayor cuya cara me resultó conocida. Después me di cuenta de que era igual a una actriz de Last tango in Halifax.
Tras ese segundo de vacilación, ¿no se me habrá ocurrido pensar que ella no podía verme del otro lado del televisor (lo contrario de una fantasía de la infancia) y que por eso a los ingleses de Film and arts nuestras caras no les resultan familiares?
Y que otra vez aparecía, mitológico, el tema del doble.
martes, 4 de octubre de 2016
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