Cenicienta
piensa en otra cosa
Beatriz Actis
El problema de Cenicienta es su
grandísima distracción.
Pierde el plumero, pierde el trapo
de piso, pierde la escoba.
En realidad, esto sucede porque
ella piensa que: el trapo es la alfombra mágica de Aladino; la escoba, un trasporte de bruja como la de
Hansel y Gretel o La Bella Durmiente; el plumero, una palmera encantada a la
que se trepa para encontrar a la gallina de los huevos de oro...
Y, tan atrapada está por su propia
distracción, que no solo extravía los elementos de limpieza (el trapo-alfombra
termina, por ejemplo, entre los techos, junto a la escoba que cree voladora)
sino que se siente casi todo el tiempo fuera de la realidad, dentro de un
cuento de hadas.
Sin embargo, su distracción ─que su
madrastra y sus hermanastras consideran un terrible defecto─ es la que la hace
liberarse del maltrato al que la someten en su casa.
Como todos sabemos, el príncipe da
una fiesta en su palacio. Allí espera encontrar a una buena muchacha y
convencerla para que sea su esposa.
Ella y él bailan toda la noche.
A las doce, y siempre por su eterna
distracción, Cenicienta parte del palacio y deja olvidado “algo”.