domingo, 27 de octubre de 2019

Molinari


Ricardo Molinari


Fragmento de HOSTERÍA DE LA ROSA Y EL CLAVEL


Déjame esta tarde solo para mí, que tengo la voluntad
perdida en el frío. En olvido inmenso
crecen y mueren los pájaros. Hace un siglo
que no duermo y tengo las uñas quebradas
de peinarme.
En el mes de marzo empieza el Otoño en mi tierra;
yo nací en el Otoño. De noche, cuando el alma
se queda sola con su cuerpo. Alguna vez...
Y el viento herido se queja como un ramo de flores
en un vaso de vino.

Si cada alma
tiene su cuerpo, sus amistades y negocios;
si hasta la de los hombres sucios
tiene su lugar en este mundo y una sonrisa
parecida a sus pensamientos, un cuerpo idéntico
y compañías que viven sin ruborizarse: igual
a los ojos de ellos, a los pies, a las manos,
a la boca y dientes de ellos, tú, entonces,
tienes un deseo
semejante al mío. Yo quiero mezclar un día entre otros,
huir de la tierra muerta,
hacer un día espléndido sin separación, donde tu perfil
me esté mirando, mientras guardo amores perfectos
dentro de un sombrero.


SOLEDADES


De ayer estoy hablando, de las flores,
de la fuerte agua, transparente y fría,
del alma, de la luna abierta, ¡oh mía!,
de un ángel dulce y solo en los albores.

De tantas noches secas y menores,
del perseguido bien sin alegría;
del aire, de la sombra y la agonía,
de lumbres, cielos y arduos pasadores.

De ti, tiempo llegado y desprendido,
que vas en mí y me dejas en velada:
solitario, desierto y sin sentido.

Y encima de ti, vida delicada,
cabello suave, quieto y advertido,
la muerte sueña y mueve su morada.

martes, 22 de octubre de 2019

Poemas de Cecilia de Orellana

Poemas de la autora santafesina Cecilia de Orellana


I

Y de vez en cuando
la vida me demuestra
que para mí también
es que salen las estrellas
en las noches de verano.

De vez en cuando concluyo
que la vida
todas las vidas
deberían tener
fuegos artificiales,
ramilletes que asomen
en el oscuro cielo
y estallen            y se abran
de la manera
más impiadosa.

Así de pronto
un día cualquiera
podrían sorprendernos
con la insolencia
de lo inesperado.


  

 II

Quizás
las letras que organizamos
reagrupamos
desleemos
sean
el mejor logrado tributo,
un delicado y lábil
encuentro
que podamos regalarnos
cualquier día.
Más allá de la vida
sus vórtices
sus pulsiones
y todos los etcéteras
que imponga
tu ajenidad.


 III

Septiembre.
Acaba el mes, primavera y todo eso.
Los relojes, la prisa, algunos recorridos.
Ratos de cine, la paz recuperada.
Textos en papeles, textos en e-mails, textos de textos
de alumnos que siguen escribiendo. Y escriben
mientras alzo la cabeza, mientras me aproximo, mientras veo
que dan clase, que tiemblan, que se dejan
traspasar por el lenguaje.
Alumnos cotidianos, cercanos, ajenos, encendidos.
Alumnos que no dudan que no buscan. Alumnos plurales.

Escribo.
Conjuro mínimamente
lo que
puedo. Y si no, ritualizo el camino
que me deja buscar.
Pero la línea aparece plagada de espinas,
sublimaciones perversas, certeras.
Aun así
prefiero la complejidad.




viernes, 11 de octubre de 2019

Peter Handke, Premio Nobel de Literatura 2019

CUANDO EL NIÑO ERA NIÑO
Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar.
Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
y echaba a correr de pronto,
tenía un remolino en el pelo
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y no soy tú?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol es tan solo un sueño?
Lo que veo, oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo frente al mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad es mala?
¿Cómo es posible que yo, el que yo soy,
no fuera antes de existir;
y que un día yo, el que yo soy,
ya no seré más éste que soy?
Cuando el niño era niño,
no podía tragar las espinacas, las judías,
el arroz con leche y la coliflor.
Ahora lo come todo y no por obligación.
Cuando el niño era niño,
despertó una vez en una cama extraña,
y ahora lo hace una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, con suerte, solo en ocasiones.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora se estremece ante a ella.
Cuando el niño era niño,
jugaba abstraído,
y ahora se concentra en cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.
Cuando el niño era niño,
como alimento le bastaba una manzana y pan
y hoy sigue siendo así.
Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo caen las moras
y aún sigue siendo así.
Las nueces frescas le eran ásperas en la lengua
y aún sigue siendo así.
En cada montaña ansiaba
la montaña más alta
y en cada ciudad ansiaba
una ciudad aún mayor
y aún sigue siendo así.
En la copa de un árbol cortaba las cerezas emocionado
como aún lo sigue estando,
Era tímido ante los extraños
y aún lo sigue siendo.
Esperaba la primera nieve
y aún la sigue esperando.
Cuando el niño era niño,
tiraba una vara como lanza contra un árbol,
y ésta aún sigue ahí, vibrando.

El cielo sobre Berlín, Wim Wenders, 1987