domingo, 9 de julio de 2017

Novela

Los secretos persiguen a los niños curiosos.
  Los persiguen con desesperación, como un futbolista al jugador del equipo contrario que tiene la pelota, se va escapando hacia el arco y está a punto de hacer un gol.
  Los persiguen con fidelidad, como un perro compañero durante las largas caminatas del verano.
  Andan tras de ellos como zombies: sin pensar.
  Como una nota burlona escrita por los bromistas del grado y pegada en la espalda del más distraído.
  O como un mimo que en mitad de la calle imita el paso de algún transeúnte: sin que los niños curiosos (al menos al principio) se den cuenta.
  En fin, como una sombra.
 Los misterios escondidos en la vida de la gente no se quedan quietos y persiguen a los niños curiosos, para poder ser revelados y descubiertos de una buena vez.
("Lágrimas de sirena" - Editorial Quipu)

lunes, 3 de julio de 2017

Cuento

Comunidad (cuento)
FRAGMENTO

  Me asombran las cosas que se encuentran por las veredas si uno camina con la cabeza gacha, a riesgo de chocarse una columna de alumbrado o a varios transeúntes que vienen en dirección contraria.  A modo de ejemplo: con Santi —mi compañero inseparable— un día encontramos en distintos lugares, a lo largo de varias cuadras, cartas de la baraja. Todas tenían el número cinco: 5 de oro, 5 de basto, 5 de espada, 5 de copa, 5 de diamante, 5 de trébol… Todavía estamos tratando de inventar algún juego de naipes que use solo esas cartas (y sea divertido)
  Con Santiago también juntamos chapas ovaladas, esas que estaban al lado de la puerta de entrada de las casas viejas, que tienen el número y, a veces, el nombre de la calle. Las encontramos tiradas por ahí. Tal vez se cayeron de alguna pared o los dueños de casa las abandonaron cuando las reemplazaron por números más modernos.  Ahora, algunas adornan el patio de mi casa. Cada persona que sale al patio puede leer la dirección de otra casa, hallada al pasar, que no es la nuestra. Como, por ejemplo, “Avenida del Trabajo” con fondo azul y letras blancas que resplandecen todavía, y números cualquiera como 573 o 241 o 96.
   ¿Quién habrá vivido en tal o cual lugar?, me pregunto ante las chapas antiguas con las direcciones. ¿Habrá habido allí alguien que alguna vez fue un chico como yo? Y también, en un patio lejano en el tiempo, ¿habrá habido mascotas correteando o macetas con plantas o bicicletas…? Me da una enorme curiosidad pensar en otras vidas (...).