domingo, 29 de abril de 2012

Diario

Empezó el frío y salimos a buscar al Loco. Se había mudado de improviso de la esquina habitual pero, suponíamos, no se había alejado del barrio. Mi amiga teje mantas para los bebés de los hospitales y para los indigentes de la calle; fue ella quien lo ubicó enseguida. Está atrincherado a unas cuadras del paraje anterior, como en un fuerte improvisado hecho con el carro de supermercado y las señales viales (cadenas, conos, carteles) que siempre lleva con él. Nos pareció que estaba demasiado expuesto esta vez, en una esquina sin reparos; pensamos que no tardará en mudarse de nuevo (la cara cada vez más tiznada, las manos arrugadas por el frío). Tras su Fortaleza Bastiani, apenas asoma: tiene un mapa extendido sobre las piernas y lo examina con una linterna. Afuera, la ciudad es su deserto dei Tartari.

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