sábado, 7 de abril de 2012

Diario (tres)

Fue una buena noche de verano y no una mala noche de verano como las anteriores. Esto quería decir que antes del amanecer o bien entrada ya la madrugada, una brisa fresca reconfortaba los cuartos y podíamos dormir con las ventanas abiertas de par en par sin que nos enloquecieran los mosquitos ni las conversaciones de los vecinos insomnes en los balcones linderos. Nos habíamos mudado hacía poco, y lo primero que vi del edificio cuando el empleado de la inmobiliaria me lo mostró fue una de sus paredes exteriores en la que se reproducía una pintura de Gambartes. Algunos edificios de departamentos, en esta ciudad, ostentan réplicas a escala de pinturas argentinas famosas, en lo que se publicita como “un museo a cielo abierto” en “una urbe profundamente plástica”. Ahora un insomnio calmo me encuentra sentada en la cama, la espalda contra la pared, mientras tal vez Gambartes, del otro lado, espera que amanezca.

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