Comunidad (cuento)
FRAGMENTO
Me asombran las cosas
que se encuentran por las veredas si uno camina con la cabeza gacha, a riesgo
de chocarse una columna de alumbrado o a varios transeúntes que vienen en
dirección contraria. A
modo de ejemplo: con Santi —mi compañero inseparable— un día encontramos en
distintos lugares, a lo largo de varias cuadras, cartas de la baraja. Todas
tenían el número cinco: 5 de oro, 5 de basto, 5 de espada, 5 de copa, 5 de
diamante, 5 de trébol… Todavía estamos tratando de inventar algún juego de
naipes que use solo esas cartas (y sea divertido)
Con Santiago también juntamos chapas
ovaladas, esas que estaban al lado de la puerta de entrada de las casas viejas,
que tienen el número y, a veces, el nombre de la calle. Las encontramos tiradas
por ahí. Tal vez se cayeron de alguna pared o los dueños de casa las
abandonaron cuando las reemplazaron por números más modernos. Ahora, algunas adornan el patio de mi casa.
Cada persona que sale al patio puede leer la
dirección de otra casa, hallada al pasar, que no es la nuestra. Como, por
ejemplo, “Avenida del Trabajo” con fondo azul y letras blancas que resplandecen
todavía, y números cualquiera como 573 o 241 o 96.
¿Quién habrá vivido en tal o cual lugar?, me
pregunto ante las chapas antiguas con las direcciones. ¿Habrá habido allí
alguien que alguna vez fue un chico como yo? Y también, en un patio lejano en
el tiempo, ¿habrá habido mascotas correteando o macetas con plantas o
bicicletas…? Me da una enorme curiosidad pensar en otras vidas (...).
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