jueves, 23 de agosto de 2012

Crítica de Carlos Schilling

Córdoba, "La Voz del Interior" - Suplemento CIUDAD X, 23/8/2012
"Un paréntesis en el mundo"
Por Carlos Schilling
 

Beatriz Actis publicó dos novelas
en donde indaga las diversas formas
en que el pasado sobrevive.



Beatriz Act is publicó dos novelas donde indaga las diversas formas en que el pasado sobrevive.
Dos novelas publicadas en dos meses es una cifra poco habitual en autores que no firman Stephen King o César Aira. Y si bien Beatriz Actis tiene ya una larga lista de libros publicados, está lejos de la productividad compulsiva del maestro de terror y del maestro de la broma. Los años fugitivos y Los poetas nocturnos fueron publicadas en ese orden, en Córdoba y en Rosario respectivamente, en abril y mayo de este año, y aunque pueden leerse de modo independiente, conforman una especie de díptico, no porque repitan personajes o situaciones, sino porque ambas son novelas de la memoria y porque están escritas con una sensibilidad más poética que narrativa. Si hubiera que forzar al máximo la arbitraria comparación inicial con King y Aira, podría decirse que al revés de esos dos narradores, Beatriz Actis no se enfoca en la  continuidad de las peripecias ni en su desarrollo argumental sino que se centra en las discontinuidad de la vida y en la forma evanescente que tiene todo destino. Tanto en Los años fugitivos como en Los poetas nocturnos, las protagonistas son mujeres que recuerdan otras épocas. En el primer caso, una geóloga que se evoca a sí misma y es evocada por los hombres que la marcaron con su amor o su amistad. En el segundo caso, una traductora reconstruye episodios de la vida de su padre y de sus antepasados a través de charlas con un médico y un fotógrafo.
Claro que esas líneas argumentales son como vetas que atraviesan numerosos estratos de situaciones, descripciones, reflexiones, citas ocultas y manifiestas, encuentros, conversaciones, cartas, e-mails, poemas, películas, videos, viajes, ciudades e historias contadas y vueltas a contar. Casi no hay escenas puras, cada escena está permeada por una evocación o un relato que la distorsiona y la borronea, y el modo en que las escenas se conectan entre sí no responde al principio aristotélico de causa y consecuencia sino al de las asociaciones mentales. Cuando se cuenta, cuando se evoca, parecen decirnos las narradoras, lo que
se hace es oponerse al tiempo, demorarlo, obstaculizarlo con la memoria. Como los recuerdos son la vida, la vida que fue y la que pudo ser, es comprensible que el clima dominante sea siempre la nostalgia.
La acumulación y la saturación, fundamentales en la prosa de Beatriz Actis (prosa que se mantiene
límpida pese a las enormes cargas que debe arrastrar) antes que a una cuestión de estilo responden a la
forma en que los solitarios se relacionan con el mundo, siempre a través de símbolos, como si no quisieran
exponerse a nada no mediado por imágenes o palabras. Pero la soledad no es aquí sinónimo de inmovilidad. En ambas novelas, por más introspectivas que sean, los viajes son importantísimos, y en ambas esos viajes (que van desde el interior de la Argentina hasta ciudades como Praga, Nueva York, París o Cartagena) están precedidos por otros viajes, viajes propios, viajes de antepasados y, espectralmente, viajes del padre. En Los años fugitivos, la protagonista viaja a Praga para hacer el viaje de vuelta que no pudo hacer el padre, y en Los poetas nocturnos remonta el Paraná para volver al pueblo donde nació su padre.
Una cita de esta última novela tal vez revele la amplitud y la profundidad de la escritura de Beatriz
Actis mejor que cualquier comentario: “Si se trata de retrasar el tiempo (aun de detenerlo) o de crear un paréntesis en el mundo para contemplar cada segundo rutinario, cada situación pequeña y poder nombrarlos con las palabras escasas del poeta… resulta que eso no es posible. Ya no. Ya no es posible. Y sin embargo –precaria, sinuosa– yo ya no podría dejar de escribir”.

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