
Lina Beck-Bernard, en “El río Paraná. Cinco años en la Confederación Argentina (1857 – 1862)”, escribe sobre la siesta provinciana bajo el título “Santa Fe desde la azotea”.
A esas horas la ciudad parece muerta. Las puertas de la calle se cierran. No se ve a nadie –dicen- como no sean perros y algún francés. Los franceses tienen fama de desafiar el calor y el sol durante las horas de la siesta que los criollos dedican al sueño, considerándolo indispensable a la salud.
Ufff, esas siestas de verano...cuando niña las odiaba, hoy, pasados los años las extraño y las deseo sobre todo cuando mi mente necesita ese pacífico corte en el día
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las largas siestas sunchalenses, Gra, qué nostalgia!
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