¿Las tortugas no pueden
volar?
Beatriz Actis
Tengo tres amigas tortugas: La Niña, La
Pinta y la Santa María. Son pequeñas pero andariegas. Aún más: son casi más
curiosas que yo… ¡Y eso que también soy viajera!
Las tortugas —lo dicen las enciclopedias—
pueden tener distintos hábitat, es decir, vivir en espacios diferentes, por ejemplo: La Niña es marina; La Pinta, de agua dulce, y la Santa
María, de tierra.
Cuando estamos juntas, además de leer
enciclopedias, escuchamos canciones como la de la tortuga Manuelita que cruzó el mar para conocer
París.
—¡Como yo, cuando sea grande!
—dice La Pinta.
A las tres les divierten las historias
antiguas que explican cómo se pensaba entonces que era la Tierra. Vemos los
viejísimos dibujos de un planeta plano, sujeto por cuatro pilares que descansan sobre cuatro elefantes, apoyados
a su vez en una tortuga gigante que nada y, así, sostiene el mundo.
—¡Como yo, cuando crezca!
—dice La Niña.
También leemos fábulas, como la de la liebre
y la tortuga, en la que corren una carrera y, contra todos los pronósticos,
gana la tortuga.
—¡Como yo, cuando llegue a
ser mayor! —dice la Santa María.
Nuestra convivencia es feliz, aunque hay un
problema. Yo ando de acá para allá, del
norte hacia el sur, y vivo en donde hago
mi nido, a veces en campo abierto y otras, sobre los cables de la ciudad, según
me encuentren las estaciones del año. Y el aire no es, para nada, un buen
hábitat para las tortugas. Por eso (y porque ellas sueñan con recorrer caminos,
con explorar regiones), La Niña partió una madrugada en busca del mar, La Pinta
salió un mediodía para hallar un río, y La Santa María se fue un atardecer a
buscar otra tierra.
Le hice a cada una un atadito con comida que
recolecté durante las escalas de mis vuelos: algas y coral para La Niña,
caracoles y plantas acuáticas para La Pinta, algunos vegetales para la Santa
María. Y un mapa con indicaciones para llegar sin contratiempos.
Ser golondrina y no vivir mucho tiempo en
el mismo lugar tiene sus ventajas: tengo muchos amigos; conozco sitios
distintos, desde Alaska hasta Tierra del Fuego; veo el grandioso mundo desde la
altura, según lo indique mi rumbo, y nunca me desoriento; ayudo a las tortugas
a llegar al mar, al río, a la tierra, y, cuando la suerte está echada, las
contemplo marchar en busca de su destino.
**
Pasan
meses, años, décadas… y recibo tres cartas.
A una
la firma La Niña; a otra, La Pinta y a otra, la Santa María. Están fechadas
hace unos cuantos días (se ve que el
correo de palomas mensajeras a veces se retrasa y la correspondencia demora en
ser entregada).
Una
llega el lunes, otra el martes y otra el miércoles. Las voy leyendo a medida
que llegan.
Son
estas: (CONTINUARÁ...)
¡Espero ansiosa las novedades de las viajeras!!!
ResponderEliminarPronto llegarán las cartas!!
ResponderEliminar¡Felicitaciones, prof. por tamaño trabajo y compromiso!
ResponderEliminarGracias!
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