sábado, 23 de marzo de 2013

Dos poemas


Dos poemas de Elena Anníbali


Ahora que terminó el verano, aquí no queda nadie

  
los galgos finísimos, los sabuesos de mandíbulas poderosas,

un dálmata pequeño y angustiado

quedaron sin dueño aparente


 recorren las avenidas en grupos, entran

a los parques solitarios

a beber el agua pesada y mustia de las piletas de natación

a pesar que el río es ancho y dulce, y está cerca

de todos

  
hubo una época portentosa de lluvias:

el agua desbordaba el cauce, y dejaba, en los márgenes,

pejerreyes plateados, dos o tres madrecitas

y las mojarras, del color del cieno

que brillaban con el sol generoso

emanando ese olor a muerte


todo está vacío, ahora, lleno

del aire, de la sombra del aire

que roza las columnas de las galerías,

el vidrio atónito de los gimnasios de las casas de veraneo

los rosales podados



cuando es de noche, siempre, se encienden

las lámparas solares

y pensamos en la tierna dicha de las mariposas nocturnas

volando en torno a la luz

celebrando a su pequeña, artificiosa

divinidad




LA SOSPECHA 



hace un tiempo aquí hubo caballos,
los mensuales cruzaban, por la ruta,
cargando la carne dorada
de las perdices,
las adolescentes escribíamos, con trozos de velas,
mensajes pornográficos en los vidrios de la gruta
de santa rosa de lima

ahora manejo por la 36 y sólo se escucha
el frufrú de la soja
los aviones cargados de roundoup
que se desplazan con un sonido antiguo de dirigible
emanando una neblina tornasol que arrastra
el mismo viento que silba en las taperas

no sé si esto sea el estrago
la podredumbre

sé que cuando miro, algo sospechoso y sombrío
ingresa a la zona de mis huesos
como la verde mosca
que corrompe la pulpa de los potros

(del libro "Tabaco Mariposa")

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