lunes, 13 de diciembre de 2010

Fabiana Paloma - TALLER 2010

Anteojos de sol *

Siendo yo jovencísima –cuando la Vida se me entregaba por entero y yo a ella en la misma medida–, no usaba lentes de sol. Era para mí un sacrilegio opacar los colores del mundo y negarme su refulgencia. Por entonces mis ojos eran límpidos.
Avanzado un buen trecho de juventud –cuando la Vida y yo comenzamos a esquivarnos y hasta a negarnos a veces–, el espejo me mostró una arruga que marcaba mi frente como un tajo. Alguien me advirtió sobre ese gesto mío, recurrente, de fruncir el entrecejo ante la claridad del día.
Compré unos anteojos de sol.
Me acostumbré a usarlos en los días soleados.
Al tiempo se me hizo costumbre llevarlos incluso en días nublados.
Hoy los usaría todo el tiempo. Es tan cómodo observar a los otros a través de las lentes oscuras. Ellos quedan expuestos a mi mirada encubierta. Los anteojos de sol me preservan. La arruga en mi frente ahora es menos profunda. Y bueno – y sí, tal vez­–, mis ojos son menos límpidos.

* Fabiana Paloma, Taller de Lectura y Escritura, Rosario, 2010

2 comentarios:

  1. Me sentí identificado con ese cuento. Me pasaba lo mismo.
    Hice dedo en la ruta mucho tiempo y el sol me dejaba ciego todos los días y me resistía. Cuando finalmente compré los anteojos de sol, me los sacaba cuando alguien me llevaba. Pensaba en la sinceridad de las miradas. Sentía que si me los dejaba le mentía a la persona que me daba además su conversación.

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  2. Que bueno Fabiana, segui escribiendo por favor...

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