lunes, 12 de octubre de 2009

Textos escritos en el TALLER


La consigna de escritura en el Taller fue, esta vez, El Sueño. Aquí, la primera serie de textos: un monólogo.


He tomado una decisión

Stella Zampa

Hay distintas maneras de ser poseída durante la noche. Al acostarme me planteo cuál de ellas será la que me domine esta vez.
Una cosa es que el sueño te penetre y lo haga como sólo él sabe hacerlo, con suavidad, consiguiendo que cada parte de tu cuerpo se entregue despacio y, lentamente, vaya relajándose a través de un hormigueo placentero, delicioso, hasta el punto de alcanzar una mueca de goce en la cara, que te recorra la complacencia y te vaya empujando mansamente al mundo onírico.
Muy distinta es la irrupción del otro personaje… Este no conoce de buenos tratos, de golpe aparece y lo sentís como un pellizcón, los párpados se abren (o parece que se abren) pero repentinamente ves la noche y comienza el acto de unión entre uno y él.
Esa penetración inesperada, de sopetón, es de un efecto tal que puede ocurrir cualquier cosa: o bien te transformás en una maga que soluciona todos los problemas de tu vida, de tu familia, de tus amigos y hasta del mundo, o puede suceder todo lo contrario, que te des cuenta de que jamás podrás, de ninguna manera, remediar, ni siquiera paliar esas dificultades.
Cuando, como en el primer caso, creés que serás capaz de vencer todos los obstáculos de tu existencia, te invade una euforia desmesurada y puede pasar que el sueño quiera intervenir para darte la paz necesaria y se entrecruce en una lucha feroz con el otro. Vos sos testigo de esa lucha y también de ver cómo el sueño es derrotado.
Si lo que te acomete, en cambio, es que pensás que no podrás con nada y que ningún intento es posible, ingresás al mundo de las tinieblas nocturnas, ése que está poblado de seres fantasmagóricos, sobrecogedores, y entonces la lucha es tuya y de él.
He probado infinidad de métodos para expulsarlo: la leche tibia, el alcohol, el té de yuyos, la lectura, e la televisión, la caminata… nada dio resultado. Es allí cuando aparecen mis instintos asesinos y hasta llegué a pensar en una sobredosis de somníferos, en permanecer levantada día y noche y no sucumbir a la cama, que es el lugar de encuentro.
Nunca pude conseguir vencerlo.
Debo admitir que él ha estado presente en mi vida en todos los momentos. Su atormentada compañía me acompaña desde la niñez. Recuerdo la experiencia de mis internaciones en el hospital, no se movió de mi lado, le supliqué que se fuera pero no hubo caso, ahí estuvo, aun de día. Y el año de esa muerte tan terrible… En esa época vino con todo su cargamento sombrío, y por las noches ni siquiera permitía que me recueste porque me provocaba semejante tensión que me pasé largo tiempo intentando dormir sentada, pero no pude. Cuando mi niña se enfermó también estuvo conmigo todo el tiempo, me custodiaba en mis miedos nocturnos, aceleraba mi corazón hasta doler…
También llegó en los tiempos de felicidad. Cuando eso acontecía, me acostaba segura de no verlo porque pensaba que la buena noticia me daría la placidez necesaria para descansar… pero ahí aparecía él, cargado de adrenalina y me provocaba palpitaciones que no me dejaban dormir.
He pensado mucho en cómo librarme de su compañía. Anoche, sin ir más lejos, a las cuatro de la mañana, cuando bajaba la escalera que me llevaba a la planta baja de mi casa y lo veía a mi lado, lo observé: esa sonrisa lacónica, casi perversa… Estuve un rato cavilando qué hacer y finalmente, a esa hora de la madrugada, tomé una decisión.
Es mi compañero de toda la vida, tiene incontables defectos, manías y vicios, no lo amo pero ¿cómo sería vivir sin su presencia? No me lo imagino.
Así que le guiñé un ojo, lo invité a subir nuevamente a la planta alta, y me acosté con él.

2 comentarios:

  1. Bárbaro cómo lograste transmitir la angustia que provoca el insomnio, me parece escuchar en el taller la calidad interpretativa de tu lectura que hace más vívidos tus textos
    Graciela

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  2. Escuchar tu relato o leer un texto tuyo es como recorrer un tramo de la vida. Y no estoy sola (lo cotidiano se vuelve mágico). Un cariño.

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