lunes, 12 de octubre de 2009

Crítica de Cruces... (3)


Sobre "Cruces cierran los campos", de Beatriz Actis


Por Marta Ortiz (Diario "La Capital", Rosario)


“Cruces cierran los campos”, de Beatriz Actis (Santa Fe, 1961), obtuvo en Valladolid, España, el premio Rejadorada de novela breve 2005. Escrita con una prosa clara, rica en imágenes, buen manejo del suspenso y la ambigüedad, la novela se compone de seis capítulos o partes que relatan la decadencia de una familia santafesina de clase media asediada por la tragedia, la infidelidad, el abandono, el fracaso. El contexto refleja los vaivenes culturales y sociopolíticos durante los últimos 35 años de historia nacional. Cada capítulo, expuesto en orden regresivo y siguiendo una línea temporal discontinua que facilita la incursión tanto en el pasado próximo o lejano como en el presente, descubre la mirada particular, el protagonismo de cada uno de los componentes de la familia. La narración en primera persona agrega intimidad y verosimilitud al conjunto de vivencias comunes.

Imágenes de sostenida belleza describen una Santa Fe provinciana, detenida en la modorra de las siestas de hastío, sujeta tanto a la fatalidad recurrente de las inundaciones y los mosquitos, como al perenne abandono de los políticos. El paisaje es una presencia ubicua y fuerte en estas páginas; se trata de espacios melancólicos cuyas gradaciones de color, sonoridad y efluvios se ligan a los sentimientos de los personajes siempre acosados por la sensación de encierro.Huir de la inmovilidad de estas ciudades perdidas en el país más austral de Sudamérica, así como se huiría del olvido, opera como imperativo dominante: “a veces recorría como en un vía crucis pagano las iglesias y los museos para escaparle al tedio, a la cobardía de estar atrapado en esta ciudad como en una isla; sólo para no morir”, dirá Horacio, uno de los personajes.Hablar de éxodos remite inevitablemente a la figura del también santafesino Francisco (Paco) Urondo, poeta a quien se nombra y recuerda como a un pariente lejano y como a un amigo de infancia y juventud: “Como otras veces me acordé de Paco, de su huida, de su intensa vida y de su muerte”.Las ciudades cobran aquí tanto peso como los personajes que en ellas viven: geografías puntuales de Santa Fe y Sauce Viejo, pueblo Liebig en Entre Ríos, algunas ciudades de Europa, como París, cuyo recorrido, en la voz de Elvirita, la hija mayor, reproduce los itinerarios que trazaban las investigaciones del comisario Maigret, según los registros de lecturas de su adolescencia en los policiales de Simenon.El cine y la literatura aportan a la trama matices cargados de significación. Actores, actrices, películas vistas en el cine o en la televisión por cable, en la Argentina o en otros países censuras mediante, dan cuenta de miradas estéticas más o menos comprometidas con su tiempo; asimismo ciertas novelas, poemas y escritores entretejen sus tramas a la trama central; encuentros para nada fortuitos ya que existe el antecedente de una librería en la historia de la familia y una vocación clara extendida al grupo de amigos de los personajes centrales. Autodefinidos como la bohemia santafesina durante los años setenta, aspiraban a “romper con el pasado, llegar a ser escritores o viajeros, cambiar el mundo”. Ser escritores o hacer cine: objetivos compartidos.Los “secretos”, como pesadas mochilas no exentas de sinuosidades y difíciles de ventilar que cargan aquí padres e hijos, aludidos y al mismo tiempo retaceados como recurso que sostendrá el suspenso, articulan la unidad de “Cruces cierran los campos”. Cada capítulo libera un nuevo secreto hasta ese momento oculto, permitiendo así al lector reconstruir las piezas dispersas que desnudan las causas y efectos de las tormentosas relaciones familiares: “Lo que es verdadero siempre es secreto”, sentencia Esteban, el hijo menor, cuya voz abre y cierra este relato coral.Más que asumirse como un sobreviviente con ánimo de superar las tristes experiencias familiares, Esteban expresa con ácida resignación la fatalidad de quien se considera varado en este mundo como antes lo estuvieron los suyos en Santa Fe, la ciudad que entendieron como isla - cárcel a la que sólo se accede cruzando algún puente.

“Cruces cierran los campos”, leemos en el poema del griego Takis Varvitsiotis que Beatriz Actis toma prestado para el título y acápite de su novela. La imagen, como se explicita en el texto, alude a los cementerios que cierran la ruta entre las ciudades de Santa Fe y Buenos Aires. Es fácil para el lector despertar la analogía subyacente: los muertos de esta familia y sus oscuros secretos como cruces, como mojones clavados en la historia de quienes han logrado sobrevivir, clausuran los caminos que Esteban, por ejemplo, no volverá a recorrer; hunden sus cicatrices en la memoria, espacio selecto que los carga como a lo que son: cementerios, amargos cementerios privados.



1 comentario:

  1. Felicitaciones Beatriz, creo que tu novela promete mucho. Estoy ansiosa por leerla.M. Teresa

    ResponderEliminar