Cenicienta piensa en otra cosa
El problema de Cenicienta es su grandísima distracción.
Pierde el plumero, pierde el trapo de piso, pierde la escoba.
En realidad, esto sucede porque ella piensa que: el trapo es la alfombra
mágica de Aladino; la escoba, un
trasporte de bruja como la de Hansel y Gretel o La Bella Durmiente; el plumero,
una palmera encantada a la que se trepa para encontrar a la gallina de los
huevos de oro...
Y, tan atrapada está por su propia distracción, que no solo extravía los
elementos de limpieza (el trapo-alfombra termina, por ejemplo, entre los
techos, junto a la escoba que cree voladora) sino que se siente casi todo el
tiempo fuera de la realidad, dentro de un cuento de hadas.
Sin embargo, su distracción ─que su madrastra y sus hermanastras
consideran un terrible defecto─ es la que la hace liberarse del maltrato al que la someten en su
casa.
Como todos sabemos, el príncipe da una fiesta en su palacio. Allí espera
encontrar a una buena muchacha y convencerla para que sea su esposa.
Ella y él bailan toda la noche.
A las doce, y siempre por su eterna distracción, Cenicienta parte del
palacio y deja olvidado ”algo”.
Esta vez no es en el techo sino en las
escaleras…
El zapato abandonado
El zapato abandonado se lamenta
─es solo un instante─
y piensa
allí, tendido en la
escalera
que podría haber escapado
junto a su compañero
por los jardines del palacio
hacia la carroza
antes de que lo atrape la mano del príncipe.
Otro hubiera sido el cuento.
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