martes, 29 de agosto de 2017

Cuando los chicos me cuentan...

Uno de mis libros de cuentos para niños se llama “Para alegrar al cartero” y el cuento que le da título es la historia de un chico que escribe numerosas y largas cartas en papel con ese fin: darle una alegría al cartero en tiempos de comunicación virtual.
Justamente, porque son épocas en que resulta habitual recibir, a través del correo postal, más boletas de impuestos que correspondencia personal, me llena de un entusiasmo propio de la infancia el momento en que el cartero llega y me deja cartas escritas por mis lectores.
Así, abro los grandes sobres y aparecen textos y dibujos de estudiantes de escuelas primarias y también secundarias de distintos lugares, a veces con recreaciones de mis cuentos o novelas, otras con preguntas y opiniones, etc., y en esa catarata de creatividad y afecto se percibe, además, el trabajo de los docentes.
Otras veces, la comunicación es personal. Cuando visito escuelas recibo en mano las obras de los estudiantes y escucho sus preguntas y sus interpretaciones sobre lo leído. Muchas veces, el diálogo continúa  a través de facebook.  Es que, fiel a los tiempos que corren, el intercambio también fluye por canales virtuales y esos mismos testimonios con escritos e ilustraciones llegan escaneados y a través del correo electrónico o de whatsapp.
Hace pocos días, estaba preparando un audio para responder a chicos de una escuela primaria que se habían comunicado después de leer los cuentos del libro “Historias de fantasmas, bichos y aventureros”. El grado que me había enviado el mensaje de voz había hecho especial referencia a uno de los cuentos, protagonizado por dos Lloronas que se envían varias cartas una a la otra.
  Me pasé buena parte de la mañana persiguiendo a mi gato para grabar el rarísimo maullido demandante con el que suele matizar el silencio de la casa. Cuando el gato maullaba, yo me acercaba con el celular y él cerraba la boca con una mudez inclaudicable. Finalmente, tras lograr una actitud más participativa de la mascota, conseguí grabar un fragmento del extravagante maullido y agregué al mensaje: "Como despedida, va este ruido extraño que quizás sea el quejido de una Llorona de Rosario, o quizás sea mi gato. Queda la duda". 




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