sábado, 7 de noviembre de 2015

Rosario, diurno, 7 de noviembre

(APUNTES para un DIARIO)

Cuando la mañana es venturosa, como hoy, es decir, cuando el clima se ha vuelto agradable, desayuno en la vereda del Trota, en la primera mesa sobre calle San Martín, la que mira hacia el río. A lado pasan los autos; los que doblan por Urquiza casi me rozan y así recuerdan que esto es el centro. Sin embargo, al levantar la vista, dos cuadras más adelante, por el declive de la calle se observa el Paraná, como en esa zamba que dice "busco al fondo de la calle un cerro" (es "La nostalgiosa", de Dávalos y Falú), aunque al revés, en verdad, porque allí el poeta no encuentra el cerro y acá sí, acá en el fondo de la calle hay un río. No es raro que cada tanto, incluso, pase un barco y en el asfalto se prolongue la ilusión de autos que marchan enfrentándose con mástiles de grandes buques extranjeros que van o vienen de Puerto San Martín (supongo) o velas blancas de embarcaciones más pequeñas. Es en esta zona en que se produce esa extraña convivencia de río y ciudad en un par de cuadras, y este bar, en su esquina, posee la visión privilegiada, y esta mesita de lata es un observatorio, un Finisterre enclenque al que a veces tengo que ponerle varias servilletas dobladas para que no se mueva y se derrame el café.

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