miércoles, 8 de julio de 2015

La poesía fluye en la prosa de la calle

En su visita a la última Feria del Libro, John Banville hizo una distinción entre verso, prosa y poesía, y remarcó que la poesía se puede dar tanto en el verso como en la prosa. Haciendo esta afirmación extensiva a un afuera, al ámbito de lo extraliterario, por qué no pensar que la poesía fluye también en la prosa de la calle: escrita en las paredes, canturreada por alguien que pasa, escuchada por algún otro en conversaciones fragmentarias. Y reniega -felizmente, tal vez-, en ese fragmentarismo y en la reinvención o en la recreación cotidianas, tantas veces inadvertidas, de la letra fija.

Me detengo entonces en esa poesía incorporada a la cotidianeidad, en especial en versos o autores que forman parte de lo popular. Recientemente, un taxista que me llevaba a la Terminal de Ómnibus, ante cierto panorama urbano que debe haberle resultado desolador, se puso a recitar unos versos de “Setenta balcones y ninguna flor”, los decía para él mismo, o tal vez los compartía con la pasajera ocasional. Tiempo atrás, en una esquina de mi barrio (mi barrio es el centro), luchaba contra el viento del río que doblegaba mi paraguas; un señor mayor que pasaba a mi lado recitó: “Piú avanti. No te des por vencido ni aún vencido”.  Esta vez era yo claramente la destinataria: me dio claro aliento con palabras, y siguió sus pasos. 
Beatriz Actis (en nota de Suplemento MAS, Diario LA CAPITAL, Rosario, julio 2015)

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