domingo, 21 de junio de 2015

Edimburgo



Edimburgo
Beatriz Actis

Había leído aquel poema de Montale sobre la calle de la media luna
antes de conocer Edimburgo.
Era el fin del otoño y la primera nevada caía.
A poco de llegar vi que la media luna no era
una calle sino una batería del Castillo que amenaza o embellece la ciudad.
En el poema dice Montale
  “el hombre que predicaba bajo la Media Luna
  me preguntó: ¿Sabes dónde está Dios? Lo sabía
  y se lo dije. Movió la cabeza”
(es a la vez espléndido y triste)
Entramos en un bar de la ciudad medieval, una tarde oscura, huyendo de la tormenta.
Adentro, mujeres de nacionalidades inciertas (¿danesas…?) bailaban, y escoceses tocaban guitarra y violín, todos bebían bajo la  mirada estática –eterna- de un retrato de Robert Burns. No teníamos frío, no teníamos miedo, éramos jóvenes y amábamos, no nos delataba la mortalidad.
Afuera, escoceses
pasaban silbando bajo la ventisca.

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