sábado, 28 de marzo de 2015

ALICIA: Otra mirada sobre la realidad

En: Suplemento de Educación del Diario "La Capital", Rosario, 28/3/2015



ALICIA: otra mirada sobre la realidad

Beatriz Actis
   
Voy a proponer aquí la lectura o relectura de “Alicia en el país de las maravillas” (se cumplen 150 años de su publicación), es decir, el abordaje de un clásico, pero en distintos parques de Rosario: los primeros capítulos en un lugar, los restantes en otro. O bien, en un solo parque, el Urquiza, para “jugar” con el vínculo entre lectura y espacio público.
  El inicio de “Alicia…” ha sido interpretado como una metáfora de la libertad interior: atreverse a perseguir al Conejo Blanco y saltar, dejarse caer en la madriguera. ¿Por qué no, como Alicia y su hermana, sobre el pasto, junto al río, leer los capítulos iniciales bajo la sombra de algunos de los árboles que rodean el Planetario, en esa zona del parque que marca límites en la ciudad? Se ha leído a “Alicia…” como un libro contra el miedo a lo desconocido, que subvierte la aceptación sin críticas a lo impuesto, a las convenciones, a cierta lógica que no cuestionamos y ordena nuestras percepciones. ¿Por qué no, como Alicia, cruzar al otro lado?
  La historia inicial, en la que Alicia bebe de la botellita misteriosa para agrandarse y come el pastel para achicarse, nos enfrenta a la idea de cambio, de ser quien uno quiera ser. Y deriva en aventuras inolvidables como, por ejemplo, la “merienda de locos”, con el Sombrerero y la Liebre de Marzo, sobre el cuestionamiento del tiempo y sus imposiciones y, a partir de allí, sobre la libertad necesaria para vivir en el mundo.
  A medida que la lectura del libro de Lewis Carroll avanza hacia el acceso final al jardín secreto (estamos ahora cerca de la calesita del parque Urquiza, rodeados por seres fantásticos, o tal vez un poco más allá, sobre los vestigios del ferrocarril), vivimos aventuras en un mar de lágrimas, en el bosque frente a la oruga azul, en la enloquecida casa de la duquesa, hasta llegar a la partida de croquet y al encuentro del gato de Cheshire, eternamente sonriente, con los reyes; allí es cuando Alicia afirma: “Un gato bien puede mirar a un rey”.
  Se ha leído también a “Alicia…” como una crítica a la rigidez e hipocresía victorianas, como sátira política (es que se ha interpretado al libro no solo desde la filosofía o desde el psicoanálisis, sino también desde la historia, dado su potencial de esgrimir una mirada nueva sobre la realidad). En los capítulos finales, se lleva a cabo el juicio al naipe acusado de robar las tartas, en donde el que juzga es el rey, que a la vez es juez: lleva puesta la corona encima de la peluca de juez. Alicia presta testimonio y cuestiona los procedimientos que rigen el juicio: “No puede haber sentencia sin veredicto”.


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