
(Así seguimos hasta la calle South; ya allí, el ferry anclado, la vista de Brooklyn del otro lado, las gaviotas que revoloteaban y se divertían, blancas contra el horizonte marino y el cielo veteado de vellones de nubes, diminutas y frágiles como encaje, pronto tranquilizaron su espíritu. Al bajar del taxi vimos a un hombre que llevaba a un perro chino de una correa. Era un pasajero que se dirigía al ferry. Al pasar junto a él, mi compañera se detuvo a acariciar el perro.)
EL HOMBRE (firme y poco amistosamente): No debería tocar perros desconocidos. Especialmente a éstos. Podrían morderla.
M: Los perros nunca me muerden. Sólo los humanos. ¿Cómo se llama?
EL HOMBRE: Fu Manchu.
M (riendo): Oh, como en el cine. Qué amor.
EL HOMBRE: Usted, ¿cómo se llama?
M: ¿Yo? Marilyn.
EL HOMBRE: Eso pensé. Mi mujer no me creería. ¿Me puede dar su autógrafo?
(Sacó una tarjeta y una lapicera. Utilizando su cartera como apoyo, ella escribió: Que Dios lo bendiga – Marilyn Monroe).
Fragmento de "Una hermosa niña", en "Música para camaleones"
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