sábado, 5 de diciembre de 2009

Bianco


José Bianco
Beatriz Actis


José Bianco fue un intelectual notable no sólo por sus traducciones, su trabajo como secretario de la revista “Sur” y su influencia real aunque no debidamente reconocida sobre contemporáneos y sucesores, sino por la articulación entre sus ensayos, en los que teoriza sobre ficción y realidad, y su obra narrativa. Pero también fue un escritor secreto, con largas zonas de silencio y un lugar excéntrico en la literatura argentina en lo que hace a la consagración literaria. La literatura de nuestro siglo, y esto es característico en sus inicios, transita nuevas posibilidades de exploración de la conciencia. Henry James (de quien Bianco es considerado por muchos un epígono) propone una literatura en que las relaciones interpersonales se disponen sutilmente en una trama donde los diversos puntos de vista configuran una visión compleja, plural y a la vez ambigua de los conflictos, en ámbitos dominados por una tensión misteriosa, y donde el significado de los hechos se resuelve en sentidos diversos y muchas veces opuestos. La llamada novela de la ambigüedad se propone la estructuración provisional de un universo indeterminado y abierto, cuyos núcleos de significación dependen fundamentalmente de cierto tipo de lectura, de cierta particular reconfiguración de los elementos propuestos.
Si bien los relatos de Bianco suelen construirse a través de mecanismos de la ambigüedad análogos a los mencionados, este autor es mucho más que el discípulo argentino de James. Es el creador de una prosa original y sutil, de un estilo que Borges ha llamado clásico, y en su obra las dificultades implícitas en el abordamiento de lo real parecen llevarlo a reformular la dialéctica clásica: Apariencia - Verdad a través de la recurrencia significativa del enigma. Dice el autor: “La literatura se ocupa de un acontecer imaginario que está integrado por elementos de la realidad, único material de que dispone para sus creaciones. Por eso la imaginación, que descifra e interpreta el enigma de la realidad, deberá mostrarse muy atenta a ella. El novelista, el cuentista, es un destinado, un consagrado a la atención. Esta actitud paciente, receptiva, le permitirá moverse con soltura en el acontecer imaginario, entablando con la realidad un diálogo ameno y provechoso en el cual lleva la delantera. El escritor, en suma, olvida la realidad para darnos su esencia”. El intento por develar el enigma -así, sustantivado- funciona como mandato para el autor (la escritura ante el enigma de la realidad) y para el lector (la lectura ante el enigma de los significados del texto). En la obra de José Bianco el enigma se construye como funcionalidad textual: en La pequeña Gyaros (relatos, 1932), el enigma es límite entre la realidad y el deseo; en Sombras suele vestir (novela, 1941), la reacciones provocadas ante el enigma fundan el relato; en Las ratas (novela, 1943), la conciencia narrativa se orienta hacia la resolución del enigma; finalmente, en La pérdida del reino (novela, 1972), el enigma importa en sí mismo.
Si el sentido de la literatura no es unívoco, si toda literatura -se trate o no de la narrativa de la ambigüedad- posee un carácter plural porque propone un universo provisional y abierto, cuyos núcleos de significación se resuelven en la lectura de manera diversa, es evidente que la recurrencia significativa del enigma no agota los sentidos de la obra de Bianco. “... Pero quizás - confesaba el autor - yo prefiero los cuentos que admiten dos interpretaciones, una racional y otra sobrenatural. Son cuentos que parecen enriquecer el mundo; hacen que la realidad, como creía Chesterton, sea más extraña que la ficción...”.
Hay en Bianco una impotencia y un intento -vano- de mediaciones (Enrique Pezzoni señala que en Bianco se repite una imposibilidad del ser humano: la del contacto con la persona querida, y que los protagonistas se valen siempre de un intermediario). Hay zonas transparentes de algo así como un ‘fantástico cotidiano’ que lo acerca a Felisberto Hernández. Hay, en fin, el íntimo, infinito placer de dejarse deslizar por los climas, por la emoción, por el sutil horror de sus criaturas, y también por intentar develar cómo la literatura entrecruza modelos, lenguajes y sentidos para entregarnos el enigma de una ambigua seducción.

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