“146”
Silvia Iammarino
Hoy
la mañana está hecha de silencios. Lo cotidiano transcurre en miles de
fotogramas proyectados en el marco de una ventanilla. El otoño, la resaca, el
día sin luz, el fervor adolescente, rastros de sombras, la rutina en los
rostros, los cuerpos encerrados en el insomnio de la noche anterior son
variaciones de la misma película que veo de lunes a viernes sentada en la
segunda butaca del colectivo.
Leo
un poema de Idea mientras las hojas caen, aunque todavía hay flores blancas en
algún balcón. Leo una leyenda en la pared que dice las voces del sótano mientras un viejo levanta la tapa del
contenedor de basura. De cualquier manera, lo que no se ve quiere hacerse ver. El
alma se vuelve cuerpo y lucha por salir a la superficie; respira, sofoca, murmura,
le canto una canción en susurros que habla de las manos de la madre, distraigo
su impudor.
Existe
un encadenamiento entre una escena y la siguiente que hace que una dependa de
la otra. Entonces comprendo que ese nexo, efímero y ambicioso, soy yo inmersa
en la misma existencia de las cosas.
Hoy
no subió la chica del tatuaje. O, tal vez, está cubierto con una campera y no
la reconozco. Invisible, la chica es sólo un instante fugaz grabado en el
hombro derecho con forma de estrella. ¿Alguien me reconocerá? ¿Alguien
escribirá hoy no subió la mujer que lee?
¿Seré, yo también, un instante fugaz en la vida de otro? Ante tantas preguntas
agolpadas en el pensamiento busco entre el revoltijo del bolso la libreta de
los fragmentos urgentes. Anoto palabras sueltas, como:
yo
quisiera decirte
hay
un misterio
en
medio de la noche
sólo
esperar
alguien
guarda una palabra
en
un mundo desierto
El
tren del cruce Alberdi me detiene y pienso en las barreras, aquellas que tienen
que ver con los obstáculos y los parapetos (yo quisiera decirte que sólo espero una
palabra en medio de la noche).
Abro
la ventanilla, el viento levanta hojas
secas. Contemplo una ráfaga que pasa delante de mí como el tren de carga que
arrastra vagones vacíos. Hay algo contagioso en este desorden otoñal que desata
una combustión en el ánimo. Pensamientos fatigados discurren en cada esquina.
Levanto
la vista, y estoy llegando a mi destino.
Muy bueno!
ResponderEliminar