DIARIOS - Ricardo
Piglia
Lunes
A medianoche cuando
afloja el calor salimos a caminar. Cruzamos la ciudad que va envejeciendo a
medida que nos acercamos al río por el sur. En esa zona la costanera es
bellísima. Hay parrillas con mesas al aire libre bajo los árboles. Pescadores
en la escollera, de espaldas a la ciudad, con sus cañas y sus aparejos. Un
parque de diversiones con farolitos de colores y juegos medio arruinados. Este
es el mundo de Alrededor de la
jaula y En vida, dos de los mejores libros de Haroldo
Conti. Las luces lejanas de los barcos que cruzan el río son el único horizonte
de esas historias sin salida.
Habitualmente
los narradores más líricos y más atentos al paisaje narran el río. Se han
escrito varias obras maestras en esa línea: Zama de Di Benedetto, El limonero real de Saer, Sudeste de Conti, La ribera de Wernicke, Hombre en la orilla de Briante. Buscan la lentitud;
tienden a narrar en presente lo que ya sucedió. Algunas novelas de Conrad se
mueven en esa dirección: el tiempo muerto es la motivación del relato. En El corazón de las tinieblas mientras espera que suba la marea del
Támesis, Marlow cuenta la historia. Cuanto más profunda es la quietud, más
intensa es la narración. La dispersión del flujo del tiempo se frena y la
bajante, la calma, la creciente que no llega, se convierten en una metáfora del
arte de narrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario