Río de orquídeas
moradas
("Rosario 12", 3 de octubre de 2012)
El Imposible
Cartas de amigos de Latinoamérica. A
orillas del lago de Suchitlán discurre con placidez el pueblo colonial de
Suchitoto, en el departamento salvadoreño de Cuscatlán. Su nombre significa
“Lugar de pájaros y de flores”.
Recibo un mensaje de Martha Eugenia desde
San Salvador: “Recordándote en la
Ruta de las Flores”.
La ruta del bello nombre atraviesa la zona cafetera
de El Salvador y sus bosques, y permite visitar Salcoatitán, en donde se
cultivó la primera planta de café; Nahuizalco, con su iglesia del siglo XVII;
Juayúa, cuyo nombre significa “Río de orquídeas moradas”; Apaneca, que preserva
el sitio arqueológico de Santa Leticia, con testimonios y expresiones
artísticas de la cultura maya.
(Algo de los viajes vuelve cuando se
pronuncia: Suchitoto-Apaneca-Nahuizalco-Salcoatitán- Juayúa).
Cercana
a la Ruta de las
Flores está Tacuba. Y en Tacuba, ciudad enclavada en la
cordillera Apaneca Ilamatepec, hay un lugar llamado Bosque El Imposible, un parque
nacional que es un bosque tropical de montaña, en medio de una topografía accidentada,
con farallones.
Ocho ríos tienen su origen en el Parque; algunos de ellos son el
Guayapa, el Ahuachapio, el Ixcanal, el Maishtapula, el Mixtepe. Todos fluyen
hacia el sur.
(Algo
de los viajes, algo del profundo pasado se hace presencia cuando se pronuncia: Guayapa-Ahuachapio-Ixcanal-Maishtapula-Mixtepe).
“Barrigones” de la sierra de Apaneca
En el
sitio arqueológico Santa Leticia hay tres esculturas a las que se conoce como “barrigones”.
En 1878, el viajero alemán Simeon Habel publicó un ensayo sobre
esculturas monolíticas -hechas de una sola pieza de piedra- que mencionaba a
tres "barrigones" situados en la zona. En 1963, el dueño de la finca
Santa Leticia, que hoy da nombre al sitio, los “redescubrió” accidentalmente y,
a partir de allí, equipos arqueológicos de museos y universidades los
incorporaron a sus estudios.
Más de setenta “barrigones” de similar estilo fueron hallados en otros
sitios arqueológicos de la costa del Pacífico y de las Tierras Altas, aunque
algunas piezas fueron descubiertas también en las llamadas Tierras Bajas: en
Petén, Guatemala, y en Copán, Honduras.
En El Salvador, entre fines del siglo XIX y mediados del XX, es decir, durante
casi cien años, los monolitos de la
Sierra de Apaneca estuvieron cubiertos por la vegetación,
agazapados y mudos. Pero eternos.
Rumba y carnaval
Cartas de amigos de
Latinoamérica (II). Escribe Juan Moreno desde Colombia: “Es viernes y eso, en Cali,
es decir rumba”. La ciudad
de Santiago de Cali, en la orilla occidental del río Cauca y
resguardada al oeste por los Farallones de Cali -que forman parte de la Cordillera Occidental
de los Andes- es la capital del Departamento del Valle del Cauca.
Además de ser llamada “Capital de la salsa”, las sentencias son
concluyentes: “En Cali los pies
no caminan, bailan”. En Juanchito, muy cercano a Cali, ubicado sobre la margen
derecha del río Cauca, los actuales danzódromos, muy concurridos, fueron en su
origen humildes tablados de la zona mulata. Los carnavales
de Juanchito, en los que se celebraba “El reinado de la belleza negra”, fueron
famosos por las fiestas musicales, las ferias gastronómicas y artesanales, los juegos
pirotécnicos y el tradicional desfile de carrozas desde Cali.
La fiesta de la caña de azúcar
Cada año, entre el 25 y el 30 de
diciembre, se lleva a cabo la gran Feria de Cali, que en su origen se llamó Feria
de la Caña de
Azúcar (y he aquí otra sentencia: “Cali huele a caña de azúcar”).
La fiesta es conocida por sus cabalgatas, su
temporada taurina -en la ciudad sigue vigente la controvertida tradición
hispana, cuyo epicentro es la
Plaza de Toros de Cañaveralejo- y la presencia multitudinaria
de gente que baila, ante distintos escenarios, con orquestas de salsa.
La
Feria se inicia con una cabalgata por las principales calles
caleñas, en la que desfilan caballos de paso fino, y sigue con multitud de
verbenas y fiestas populares que convierten a la ciudad en sede de festejos
callejeros simultáneos.
Se baila, incluso, sobre camiones
especialmente acondicionados que recorren la ciudad por las noches. Son las chivas rumberas. Escuché, ante esta
costumbre, decir a un europeo: “Les envidio el concepto”.
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