domingo, 28 de diciembre de 2014

Voces verdaderas



VOCES VERDADERAS

                 Beatriz Actis 



“¿Y usted quiere llevarme, distante, a las ciudades? Despacio. Todo, para mí, es viaje de vuelta”.

Joáo Guimaráes Rosa - “Contraperiplo”



Cada taxista como en un continuum
me hablará de lo mismo que habló
durante toda la mañana con los pasajeros
que subían y bajaban,
por ejemplo,
de alguna de esas noticias
de la realidad que duran una semana
-pero jamás del humo del crepúsculo-

  un crimen escandaloso, un desastre financiero
  un incendio, un terremoto, la muerte de alguien famoso
  que ahora lo será por algo más de tiempo

sin embargo, es un día difícil para estar solo
dice el taxista de hoy y me cuenta su insomnio
(tenía que decírmelo)
el buen dios, dice, no siempre está conmigo
la verdad es siempre otra desde afuera,
o Dios o la verdad

todos éramos, dice, demasiado infelices
no hubo castigo y ahora, dice,
ahora tengo tanto miedo cuando estoy solo

 - dos -

desde Lisandro de la Torre y San Jerónimo

hasta llegar al sur conversábamos sobre:

la cara de la angustia - el odio a Dios - el odio de Dios -
la alquimia del mundo - la espalda de los ángeles -
Entonces pude ver la puerta de mi casa
(a la derecha, antes de la esquina,
al lado de los canteros rotos)

Fue cuando cayó un velo nihilista
inquebrantable entre nosotros
y me cobró diez pesos con cincuenta
como si agonizara definitivamente
sobre sus decisiones

 
- tres -


hace frío otra vez, añoro primaveras, le pido al taxista
por favor, ciérreme la ventanilla delantera
(los vidrios de la ventanilla como espejos
velados por un halo de neblina)
en tanto él me cuenta con voz ronca y húmeda
sus excursiones de caza
la explosión demográfica de ratas en la isla
por el régimen de crecientes y de bajantes del río
por la depredación de los aguiluchos y las lechuzas
mientras los colibríes, dice, vuelan de un lado para el otro
como si nada, y sus corazoncitos laten
a mil doscientas pulsaciones por minuto
en el corazón insospechado de las islas

y alguien ayer, dice, en un riacho perdido
se voló la cabeza con un tiro de escopeta
en un bote en el medio de la nada
solo como en un cuento de Quiroga
pienso, y suena una y otra vez
ese sonido destemplado
del disparo en la tarde veloz

contengo el aliento, el tiempo está muy lejos todavía
aunque haya leído
creo que en Pavese
que la cosa más secreta y temida
ocurre
siempre


- cuatro -

otro me cuenta que dio la vuelta al mundo
en la marina de guerra y que en Senegal
la temperatura llegaba a los 58 grados
(algo peor que en Santa Fe, pensé, pensábamos)
y que tuvo entonces la sensación
de estar viviendo justo en el fin del mundo

-cuando habla, el aire tiembla
muestra primero su lado diáfano,
después su lado triste-

el fin del mundo, había dicho Herzog, sin embargo,
es el fin del continente sudamericano pero
no me voy a poner a explicárselo justo ahora

 - cinco -


andar en taxi
otra vez
por las calles conocidas de la ciudad
como una visión fragmentada del mundo

como armar una nueva película con retazos de películas



que se ven incompletas por televisión




-los vidrios de las ventanillas
apenas cierran lo visible-

oigo voces, dice el taxista y también:
es cierto que cada uno de nosotros debe una muerte
no hemos perdido el miedo, dice,
el camino fue largo y lleno de sangre

hay un cuento que se llama
“El rastro de tu sangre en la nieve”,
pienso, del mismo modo él persigue una huella
entre la ciudad incierta pero por las dudas
yo me bajo en la próxima esquina


- seis -

lo único que quiero es que la ciudad no termine
quiero ver el asfalto durante cientos de kilómetros

un mapa no es el camino, tengo ganas de decírselo al taxista
que cuenta los planes para su vida futura

un mapa no sustituye el camino
no existe tampoco el movimiento perpetuo,
y por eso tantas veces hemos llorado en las rutas,
en las rutas argentinas

  

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