El poema es un organismo acústico. Hay que leerlo de corrido, no
deteniéndose línea por línea. Y, en lo posible, en voz alta. Hasta que
se inventó la imprenta, la sensibilidad literaria era auditiva: uno
entendía mejor si leía en voz alta que si leía en silencio. Y en poesía
sigue siendo así. Cuando lees un poema, lo que importa no es entenderlo;
lo que importa es que te guste. Si te gusta, ya entenderás cada cosa
que haya que comprender en él. En un buen poema no se puede distinguir
entre emoción e inteligencia.
Jaime Gil de Biedma
sábado, 13 de septiembre de 2014
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