Dos
poemas de Estela Figueroa
A Manuel
Inchauspe, en el hospicio
Las nuestras, mi amigo,
son obras pequeñas.
Escritas en la intimidad
y como con vergüenza.
Nada de tonos altos.
Nos parecemos a la ciudad
donde vivimos.
son obras pequeñas.
Escritas en la intimidad
y como con vergüenza.
Nada de tonos altos.
Nos parecemos a la ciudad
donde vivimos.
Perdiste tus últimos poemas
y yo casi no escribo.
y yo casi no escribo.
De allí
esos largos silencios
en nuestras conversaciones.
esos largos silencios
en nuestras conversaciones.
**
Un amigo me dice
que los poetas tenemos una rara condición:
como los moretones
aparecemos después de los golpes.
que los poetas tenemos una rara condición:
como los moretones
aparecemos después de los golpes.
No sé por qué
tuve el impulso de cortar una flor
que resplandecía solitaria
en medio de la destrucción
y traerla a mi casa.
Y me contuve.
tuve el impulso de cortar una flor
que resplandecía solitaria
en medio de la destrucción
y traerla a mi casa.
Y me contuve.
Sólo estamos aquí de paso
¿qué consuelo ofrecen los libros sagrados?
Ninguno.
Por eso lloro.
¿qué consuelo ofrecen los libros sagrados?
Ninguno.
Por eso lloro.
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