Verano en el jardín. Bajo el peral, chispeantes insectos. Ellos zumbaban; yo canturreaba con ellos. Estaba sujetando una malva a un bastón, quitando malas hierbas, haciendo esto y lo otro, entre una cosa y otra, nada.
Entonces me habló una abeja:
- Hoy se casa nuestra reina - dijo - . Mi pueblo y yo necesitamos un padrino.
Te hemos elegido a ti.
Me quité la tierra seca de los dedos.
- Gracias - dije - ¿Qué debo ponerme?
- Alas - dijo la abeja.
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Que belleza!
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