viernes, 30 de enero de 2015

Sobre los cuentos de "Lisboa"

Dos amigos charlan en la sobremesa, una mujer recuerda a su amante en Lisboa, una carta se deshace en el agua y las palabras se borran antes de ser leídas, alguien colecciona obituarios, un viajero usurpa la identidad y la vida de otro, alguien escribe en el umbral de la muerte. Personajes e historias que habitan los siete cuentos que Beatriz Actis va desgranando en un libro que vale la pena leer. Relatos que hacen resonar ciertas cosas olvidadas: lo que sabemos o ignoramos de los que amamos, las palabras que se usan para no nombrar lo que se calla, los exilios, los viajes, la extranjería, el modo en que el lenguaje se transforma si  permanece en territorio ajeno, los raptos de crueldad en los que son tan hábiles ciertos niños. 

Eugenia Almeida
De su BLOG:
http://eugeniaalmeidablog.blogspot.com.ar/2015/01/lisboa-beatriz-actis.html
(Publicado originalmente en "Ciudad X")
LISBOA - Beatriz Actis - Premio Muncipal de Rosario - 2011

jueves, 29 de enero de 2015

Poemas de viaje



Poemas de viaje

                                    Beatriz Actis

I

luces pasan a través de la ventana
piernas cruzan por detrás del vidrio esmerilado
marcas insospechadas
postigos
persianas
un hombre camina silbando por la calle

los umbrales y algunas balaustradas
recuerdan balcones
entrevistos
del otro lado del mundo



II- Irlandeses en Madrid

Caminamos por Fuencarral, por Hortaleza
Hasta un bar irlandés.
Fuerte, demasiado fuerte
Sonaba Janis Joplin.

Podríamos estar en cualquier otro lugar
Que no fuera Madrid,
Recuerdo que dijiste.

En una pared había un cartel.
Desayuno irlandés: “salchichas
Bacon morcilla huevo frito
Tomate hash brown alubias”

También hay bares irlandeses
en Buenos Aires,
recuerdo que dijiste
y hubo de pronto otra música.
Era madrugada.
Por Fuencarral vimos también un Club de Magia
Y aquel bar de Perico Chicote en la Gran Vía
En donde bebió Hemingway.

A veces odio Madrid
Porque me recuerda a Buenos Aires.



III- Sevilla

Cruzamos el puente de Triana

En las paredes de musgo
Una mano seguramente
temblorosa y joven
Ha escrito:

“Julia: ¿y si eres perfecta?”



IV- Córdoba

Qué raro
Al costado de la ruta
Trenes

“Bienvenidos a Parque Los Reartes”
“Villa Ciudad América”
El valle 
la ley del otoño
La luz  
los verdes y amarillos
Carteles: “Carnadas - Mojarras vivas”
Encarnada luz de la mañana
Se derramaba en nosotros,
pasajeros.
Camino a Villa Berna
Jesuitas, iglesia, capilla, ciclistas, caballos
Un Cristo grande, un Cristo chico

La villa:
“Tras la estela del Graf Spee” y:
“Operativo Graf Spee” y también:
“Desde Wilhelmshaven a Montevideo”

y todo era tan hermoso y póstumo,
que me daba miedo

- dos -

Recuerdo haber llegado a San Marcos Sierra
A través de la montaña
Una tarde de octubre
Y haber visto el pueblito primero desde arriba
Y después, recién, haber recorrido sus calles,

Y lo primero que vi mientras bajábamos
Por la sierra
Fueron las copas florecidas
De los jacarandáes,
Los jacarandáes violetas o celestes contra el cielo
De octubre
Vistos por primera vez desde la altura.

Claro, en la sola llanura nunca había podido
Observar la copa de los jacarandáes desde arriba.



V

ahora llueve
- ayer había sido un día glorioso de sol -
y hasta están cayendo piedras

en Sauce sólo estamos
despiertas las gatas y yo

un sopor de agua estancada
unos pocos deseos padecidos

las gatas, refugiadas de la lluvia,
pelean entre sí
y con los sillones

“Quisiera conocer Edimburgo”,
pienso,
así la bruma otorga
al paisaje
algún sentido





VI- Ciudad desvanecida

Recordé los viajes,
algún largo mediodía
parisino, aunque

¿cómo nombrar París
sin decir París?


- dos -

París. El suave frío gotear del aguanieve, bajo al andén y camino
Hasta el centro de la gare, un mapa. Voy al hotel,
Miro la ciudad, las ventanillas sucias.
Primera vez París - quizás es demasiado -.
Después, dejo los bultos, acomodo un poco.
Bajo a la calle y camino por el Boulevard Haussmann,
las grandes tiendas que poco me interesan,
Al fondo La Opera.

Pregunto a unos belgas la idiota pregunta iniciática:
¿Adónde queda el Sena?
Mi olvidado francés estalla, se pone en marcha, pregunto,
pregunto si me pierdo, todo se puede preguntar, todo se puede contestar,
paso al lado de un cesto en el Jardín de Tullerías y tiro el mapa,
que se me dobla y se aja con el viento.
El frío obliga a tomar chocolate caliente.
El frío parisino de posguerra, la ciudad recuperada.

Notre Dame, suena un órgano cuando entro: la misa de las seis.
Afuera, una plazoleta cercada, ya oscurece, es el invierno,
Hay una vieja sola sentada en el banco verde,
me siento sobre una bolsa vacía de comida,
los asientos están húmedos,
y cae la tarde.


- tres -

Recuerdo
la frase de Zenón
en el libro con tapa de grabados orientales:

quién puede ser tan insensato
como para morir sin haber dado,
al menos,
una vuelta a su cárcel



VII

El mar quedó lejos
hace tiempo.
Ni una sola imagen de su cadáver.

En una confinada tierra sin antorchas
- Aunque más cerca de lo que los europeos
piensan -
Los restos del faro del fin del mundo
Con sus siete lámparas encendidas
¿Lo recuerdas?
Hoy sólo son maderas
podridas
En la Isla de los Estados

Es el castigo del tiempo
El castigo del viento
Para tanta desmesura.

Ciudades apócrifas,
Desvanecidas

Una sola noche bastaría
Para ahogar el mundo.



VIII

A través de la ventana
Observo
A un niño pequeño
Vestido de rojo y de verde

Es rubio
Con pequeños lentes
De armazón que reluce

Tiene una pala de juguete
En la mano
Para hundir
En la tierra nevada

Entre los pinos desnudos
Y la cerca verde,
Plantitas ateridas sobre la nieve

Hace unos gestos graciosos
Con la boca
Quizás un poco ridículos
Se apoya contra la cerca

Detrás
El bosque de Bonn


- dos -

Caminata por el bosque de Bonn
Junto a un perro labrador
Llamado “Nena”
Es decir
Con un nombre femenino
En español

En las canchas de hockey
Que cruzamos
No dejan entrar
A los perros

Desviamos nuestro camino
“Nena” y yo
Resbalando entre la nieve

Atardece sin otro resplandor

Con lenta sorpresa
Veo la belleza del mundo
Como si fuera definitiva



IX - Uruguay

Estábamos en el bosque de La Paloma
Cuando unos montevideanos
- amables como sólo pueden serlo los montevideanos -
nos pidieron permiso para recorrer la cabaña
que era la misma en la que ellos pasaban los veranos de la infancia,
dijeron, junto a sus abuelos o a algunos de sus tíos
que ahora, ahora ya están muertos

Los días no se detienen
- como flechas -
y los días están hechos de horas
y aquella gente amable
que recorría los cuartos con
tímida premura
no debería haber deseado volver

porque
a veces sucede
(lo sabés muy bien)
que tal vez sea muy tarde para volver



X


llegan fragmentos de viajes
a la hora en que, fatigados, recordamos
imágenes mudas
por encima del mar.
Leo:
Cuando el viajero cree todavía
en el misterio
de viajar.
Y como en una melodía,
el corazón se debate
sobre el aire helado.



XI

Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París.
 Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande
                                                                              C. V.


 A las tres de la tarde
 llegué a la Gare du Nord y caía aguanieve.
Yo nunca había visto nevar:
 “Pues esto no es la nieve”,
dijo una mejicana al pasar junto a mí y atropellarme
con su bolso y su valija.
Claro, pensé,
no lo es comparada
con el paisaje del Polo
en esas películas de la televisión
de los sábados por la tarde
sobre Amundsen y las exploraciones en el Ártico,

esas películas
en las que, fieles a la historia,
Amundsen es algún actor de cara nórdica,
trágica,
como la de Max von Sydow,
por ejemplo,

y entonces, al lado
de la visión en pantalla gigante
de gente perdida o andando con perros
y precarios trineos
- pero al fin, trineos -
por un continente de hielo,
con los dedos de los pies a punto de ser
amputados,

lo que estaba cayendo a la tres
de esa tarde de febrero
sobre los andenes de la Gare du Nord en París,
no,
no era la concreción de ninguna idea
cinematográfica
sobre la nieve,

ni seguramente
tampoco
era la idea al respecto de la mejicana
que ya se alejaba atropellando
otra vez
extranjeros
con sus bolsos por el frío, inhóspito andén
de la gare.

- dos -

Como en esa película
con Bill Murray
que siempre vemos por la televisión,
en la que se queda atrapado
en un pueblito con nieve
y siempre es dos de febrero,
inexorablemente,
por lo tanto la rutina
se repite sin cambios
y él sólo logra amanecer
el día tres
el tres de febrero
cuando consigue
el amor de Andy McDowell,

así yo en París pensé:
Aguanieve, ventisca,
sola en esta ciudad deseada.

Tengo tanto
miedo de quedar atrapada

(en las despedidas todo se vuelve definitivo)

o de quedarme sola
para siempre

- tres -


Mientras camino hacia el hall
central con mi valija y mi paraguas
preparado para las lluvias
abundantes
subtropicales
sudamericanas
y no para el aguanieve de París,

pienso,

en algún momento de la marcha

(lo pienso como en una revelación
que nada tiene que ver
con el instante de mi llegada,
bajo esta lluvia particular
que reconozco)

en los sueños,
de repente

pienso
que en los sueños
no hay donde esconderse.

Y también:
Que las pesadillas
vuelven con el día
y emergen

como el cadáver de un ahogado




XII

Este espejo ha visto cosas extrañas,
un cielo de junio
los relojes de Londres
el hundimiento en la desazón

Una sonrisa ligera,
como la tristeza de un perro

unos ojos que no volvieron a abrirse en este mundo

El mismo espejo
Como si me estuviera esperando

Como el que vuelve de un viaje
anhelado
por un país que ya no existe


XIII

la gata negra huye hacia la noche de los bosques de Bonn
como solamente un perro huiría  -

una procesión en el barrio de Triana
marcha díscola pero al tiempo,
solemne -

las palomas en las playas de Río
pasan volando bajo y arrullan
sobre los restos de las macumbas en la arena -

en Stonehenge tememos ante piedras
sobre las que hombres
dejaron de adorar la luna para elegir el sol -

hay islas volcánicas en el Pacífico
entrevistas como en una recaída,
como en un desmayo,
y una noche de frío en el Passeig de Gracia
en que reímos, perdidos tras un mapa
borrado y partido por el viento
del Mediterráneo -

cruzar fronteras - brindar por verse -

siempre habrá gatos andando sin prisa por los puentes
de una ciudad apenas
entrevista -




XIV

Cuerpo errante
En la noche de los cuerpos
De una ciudad
abandonada



XV

como confidencias
contadas a un extraño
como una llamada equivocada
en el medio de la noche
- todo en el terreno de las pérdidas -
compré una guía de ciudades
a orillas del Danubio
sólo para reconocer
cuántos lugares
(haberlo pensado antes, diría mi madre)
cuántos lugares existen
que no he visto