domingo, 22 de junio de 2014

Capítulo 6 - Rayuela

(...) se citaban por ahí y casi siempre se encontraban. Los encuentros eran a veces tan increíbles que Oliveira se planteaba una vez más el problema de las probabilidades y le daba vueltas por todos lados, desconfiadamente. No podía ser que la Maga decidiera doblar en esa esquina de la rue de Vaugirard exactamente en el momento en que él, cinco cuadras más abajo, renunciaba a subir por la rue de Buci y se orientaba hacia la rue Monsieur le Prince sin razón alguna, dejándose llevar hasta distinguirla de golpe, parada delante de una vidriera, absorta en la contemplación de un mono embalsamado. Sentados en un café reconstruían minuciosamente los itinerarios, los bruscos cambios, procurando explicarlos telepáticamente, fracasando siempre, y sin embargo se habían encontrado en pleno laberinto de calles, casi siempre acababan por encontrarse y se reían como locos, seguros de un poder que los enriquecía. A Oliveira le fascinaban las sinrazones de la Maga, su tranquilo desprecio por los cálculos más elementales. Lo que para él había sido análisis de probabilidades, elección o simplemente confianza en la rabdomancia ambulatoria, se volvía para ella simple fatalidad. "¿Y si no me hubieras encontrado?", le preguntaba. "No sé, ya ves que estás aquí..." Inexplicablemente la respuesta invalidaba la pregunta, mostraba sus adocenados resortes lógicos (...). 
                 JULIO CORTÁZAR (fragmento)



sábado, 14 de junio de 2014

Letra de NARANJO EN FLOR

  • Letra de Homero Expósito y música de Virgilio Expósito
Era más blanda que el agua, :que el agua blanda. :Era más fresca que el río, :naranjo en flor. :Y en esa calle de estío, :calle perdida, :dejó un pedazo de vida :y se marchó.
:Primero hay que saber sufrir, :después amar, después partir :y, al fin, andar sin pensamientos. :Perfume de naranjo en flor, :promesas vanas de un amor :que se escaparon con el viento. :Después, ¿qué importa del después? :Toda mi vida es el ayer :que me detiene en el pasado. :¡Eterna y vieja juventud, :que me ha dejado acobardado :como un pájaro sin luz!
:¿Qué le habrán hecho mis manos? :¿Qué le habrán hecho :para dejarme en el pecho :tanto dolor? :Dolor de vieja arboleda, :canción de esquina :con un pedazo de vida, :naranjo en flor.


 https://www.youtube.com/watch?v=Apk6rf997_M

miércoles, 4 de junio de 2014

Carver

LA BILLETERA DE MI PADRE - Raymond Carver

Mucho antes de pensar en su muerte,
mi padre dijo que quería descansar cerca
de sus padres. Los extrañaba mucho
desde que se habían ido.
Lo dijo tantas veces que mi madre lo recordó,
y lo recordé yo. Pero cuando los pulmones
se le quedaron sin aire y todo signo de vida
había desaparecido, se encontraba en un pueblo
a 853 kilómetros de donde más quería estar.
Mi padre, sin embargo, fue inquieto
hasta muerto. Hasta muerto
tuvo que hacer un último viaje.
Toda la vida le gustó ir de un sitio a otro,
y ahora había un sitio más al que ir.
El de la funeraria dijo que lo arreglaría,
nada de qué preocuparse. Una escasa luz
caía desde la ventana al suelo polvoriento
donde esperábamos aquella tarde
hasta que el tipo salió del cuarto del fondo
y se quitó los guantes de goma.
Traía el olor a formaldehído con él.
Era un gran hombre- dijo el de la funeraria.
Luego se puso a contarnos por qué
le gustaba vivir en este pueblo tan pequeño.
Este hombre acababa de abrirle las venas a mi padre.
¿Cuánto va a costar?- dije.
Tomó papel y lapicera y se puso
a escribir. Primero, los gastos de preparación.
Luego incluyó el transporte
de los restos a 22 centavos el kilómetro.
Pero estaba la ida y vuelta del de la funeraria,
no se olvide. Más, digamos, seis comidas
y dos noches en un motel. Incluyó
algo más. Añadió un recargo de
210 dólares por su tiempo y trabajo,
y allí lo teníamos.
Pensó que discutiríamos.
Había una mancha de color en
cada una de sus mejillas cuando levantó la vista
de sus cifras. La misma escasa luz
caía en el mismo lugar del
suelo polvoriento. Mi madre asintió
como si entendiera. Pero
no había entendido ni palabra.
Nada de aquello tenía sentido para ella,
empezando por la vez en que dejó su casa
con mi padre. Sólo sabía
que pasara lo que pasase
iba a sacar la plata.
Buscó en su bolso y tomó
la billetera de mi padre. Nosotros tres
en aquella habitación tan pequeña aquella tarde.
Miramos la billetera un momento.
Nadie dijo nada.
De aquella billetera se había ido toda vida.
Era vieja y estaba cuarteada y sucia.
Pero era la billetera de mi padre. Y mi madre la abrió
y miró dentro. Sacó
un puñado de billetes que pagarían
el último y más asombroso viaje de mi padre.